Esta semana os traemos los terceros premios de nuestro certamen de relatos en las categorías General e Infantil, dejando para el fin de semana próximo los tres relatos que obtuvieron ex aequo el tercer premio en la categoría local.
Desde Madrid Rubén Rojas Yedra nos presenta un breve relato ajustado, medido y preciso con el que juega a sorprendernos con un golpe final de humor.
Los otros dos relatos de esta semana los traen Luis Alcaide desde Valencia y Alejandro Llorens desde Tuéjar. Ambos nos sorprenden por el tono coloquial no exento de desparpajo con el que tratan temas recurrentes en la literatura infantil, los animales con comportamiento "humano" y los fantasmas que no dan miedo ¡Casi nada, uff!
En fin, que tengáis una feliz lectura y un feliz comienzo del verano.
"INSTINTO DE SUPERVIVENCIA"
Por Rubén Rojas Yedra
Vio cómo se destrozaba contra el suelo quince pisos más abajo. Jenaro dio un paso atrás. Miró a su alrededor. Si nadie lo había visto, no podrían relacionarlo con el incidente. De todas formas, las señales en la calle eran evidentes, el rastro del estropicio se propagaba varios metros alrededor del lugar del impacto. La gente se agolpaba en torno, la policía estaba al llegar. Por su avanzada edad, Jenaro no podía escapar por los terrados, ni siquiera por la escalera de incendios. Todo su interés se centraba ahora en encontrar una buena justificación, quizás mostrarse enajenado, o simplemente perturbado. Te hará compañía, papá, le habían dicho los hijos. Y allí se la dejaron, y allí se quedó, plantada en mitad del salón. Jenaro no supo qué decir ni qué hacer con ella, que por lo demás tampoco mostraba signos de empatía, tan solo un rostro oscuro y ausente. Es por esto que cada uno hizo su vida por separado, aún conviviendo bajo el mismo techo. Jenaro la empleaba para algunas cuestiones prácticas, y ella nunca se quejó ante el escaso aprovechamiento que hacía de sus posibilidades, sin duda numerosas y muy complejas. Pero al paso de los días, Jenaro se impacientaba. Su sola presencia llegó a irritarle, hasta el punto de ir acercándola disimuladamente hacia el balcón, esperar el momento justo y, como en un descuido, empujarla barandilla abajo desde la planta quinceava de su edificio, el piso de alquiler en el que le habían recluido sus hijos. Mi tumba, solía quejarse. Ahora tenía que borrar las huellas, solventar con éxito las preguntas de los agentes. Desde la mirilla, Jenaro observaba la escalera, oía el revuelo de los vecinos, la policía preguntando piso por piso. Estaban al llegar. Jenaro sudaba, le pesaba la conciencia. Sin embargo, se veía inocente, había actuado por un instinto de supervivencia. Igual que ella, que, estrellada en la acera, y llevada del mismo instinto animal, aún mantenía pendiendo de la barandilla, como un cordón umbilical que le uniera a su antecesor, el cable blanco de la antena.
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“EL SUSTO”
Por Luis Alcaide Llorens
Había una vez en un país remoto llamado Transilvania donde solo vivían fantasmas que daban sustos. Pasaron unos años y nació un fantasma que se llamaba Fernando, que no sabía asustar y sus padres decidieron apuntarle a una escuela donde podría aprender a dar sustos a los niños de las ciudades.
La escuela se llamaba “Fantasmagórico”, era muy grande y llena de estanterías con libros llenos de telarañas, tenía una escalera de caracol que llevaba a las aulas, que estaban decoradas con candelabros.
Allí encontró a un fantasma que también era torpe asustando. Se hicieron muy buenos amigos y siempre intentaban asustar pero nunca lo conseguían.
Fernando es un fantasma transparente, pero se viste con una sábana azul, es muy feo y siempre tiene cara de susto. Su amigo Alfonso también es transparente y se viste con una manta verde, porque es un poco friolero. Siempre se está riendo, por eso no sabe asustar.
Cuando acababa la escuela siempre iban a casa de Fernando a ver películas de miedo y a intentar asustar a alguna persona, pero no lo conseguían. Un día vieron a una abuela muy fea con cara de pocos amigos. Fernando fue a asustarla, pero se asustó él al verle la cara de vieja bruja que tenía .
Después de 1000 siglos Fernandete ya no iba a la escuela porque ya sabía asustar y todos le tenían mucho miedo, menos un fantasma que era un veterano de dar sustos.
Un buen día Fernando le dijo que hicieran un reto de ver quién asustaba más en un solo día.
Fernando fue el que …
- ¡RING, RING, RING! –sonó el despertador- ¡Cariño, a la escuela!
Y Colorín colorado, con Fernando este cuento se ha acabado.
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“LA RANA PARACAIDISTA”
Por Alejandro Llorens Sanz
Era se una vez una rana llamada Federica. Era una rana muy rara porque tenía miedo a saltar y por eso andaba como los perros.
Un día fueron unos sapos macarras, a los que les gustaba meterse con las ranas, le dijeron:
-¡Ja, ja, ja, ja!, ¡te da miedo saltar!
Y ella les contestó:
-Mentira, eso es mentira. ¿A qué no os apostáis a que salto de un avión?
Ellos le contestaron:
-Nos apostamos 6.000 mosquitos gorditos.
Federica contestó:
-¡Vale!
Ella había escuchado que iban a venir al bosque unos militares paracaidistas para hacer prácticas. Cuando llegaron los soldados se metió en la mochila de uno que iba a saltar. Cuando saltó puso una cámara en marcha para grabar el descenso. A llegar a tierra se lo enseñó a los sapos y se hizo la rana más famosa y gordita del mundo entero.
Como no se había comido todos los mosquitos pensó que sería mucho más feliz compartiéndolos con los que más falta les hacía. Por ello preparó una gran fiesta para los sapos y ranas más necesitados de todo el bosque.
Contrató a los Rolling Stone, a los Beatles y a Rosa de Operación Triunfo, que le gustaban mucho, y que estuvieron encantados con participar en una fiesta tan original. Acudieron muchos animales necesitados de todo el mundo. Federica quedó asombrada pues no pensó que hubieran tantos animales necesitados. Tuvo que preparar muchos bocadillos de queso y mosquitos a la plancha. Por cierto, yo estuve allí y puedo decir que estaban buenísimos.
Esto que pasó me hace pensar que ante cualquier problema, con ingenio y constancia se puede solucionar y tener un final feliz.