Quantcast
Channel: Asociación Cultural Las Alcublas A.C.L.A.
Viewing all 383 articles
Browse latest View live

Y LLEGÓ LA CABALGATA: ¡¡ESOS BANDOLEROS...!!

$
0
0
Teníamos pendiente hacer una entrada sobre la cabalgata de este verano y como por desgracia el panorama político sigue lleno de muchos bandoleros, aquí os traemos este artículo con unas impagables fotos

Y LLEGÓ   LA  CABALGATA




Como todos los años por esas fechas, ya va saliendo el tema de la cabalgata:
            - Va, este año que tema os gustaría.
            -  Yo pienso deberíamos descansar,
            -  Es verdad, mucho trabajo y para qué.
            -  Pero si eso lo tenemos chupao, dos ratos y ya está.
            - Sí, eso ya me lo sé, pero luego siempre a currar los mismos.
            - Nos lo pasamos bien nosotros y con eso ya nos basta.
            - Creo debemos de participar con lo que sea.
           Y con este repertorio se va pasando una cena y resopón, hasta que ya se decide por mayoría que hay que salir y participar como todos estos últimos años. Después de muchas propuestas y variadas deliberaciones, sobre el “ lema “ a elegir, se queda por acuerdo y unanimidad de la mayoría, que para esta cabalgata será el “Bandolerismo “, pero metido de una manera que recuerde y enlace desde aquel de Curro Jiménez, hasta el actual de banqueros y políticos. ¡ Casi ná! Actualidad de la buena, ya veremos como resulta y salimos de esta.
           Así que al día siguiente ya se pone todo el equipo manos a la obra y se van distribuyendo funciones:
                   Coreografía.
                    Vestuario.
                    Música.
                    Utensilios varios.
                    Carro y Caballos.
                    Cerrajería.
                    Carpintería.
                    Rótulos y Pinturas.



          La verdad que hasta que la maquinaria se pone en marcha, aquello no tiene forma de nada, pero ya al segundo día de trabajo, aquello ves que va tomando color, y la misma gente que en los prolegómenos no se veía con ganas de participar, ya se va metiendo y buscando el personaje que mejor le irá y más disfrutará.
            -  Que los Bandoleros llevaban navaja.
            -  Es verdad, hay que conseguir trabucos.
            -   Que esto no es tan serio, no pasaros.
            -  Como que no, hay que coger la manta y la faja.
            -  Ves, siempre empezamos con poco y al final no hay quien os pare.
            - Oye, ven a casa que ya he diseñado los caballos.


               Y así vamos pasando esos ratos de la semana de fiestas, en los que en vez de descansar, nos lo pasamos en un garaje montando el artilugio para el evento.
            - Mira, ahí podemos colocar el cofre con la pasta.
            - Ahora que lo dices, podemos encargar billetes y se van repartiendo.
            - No es mala idea, quedará bien y simpático.

               El saco se va llenando de ideas y propuestas siempre positivas, hasta que ya tienes que decir,¡ pero queréis parar ya!, que la cabalgata es mañana y a esta marcha nos harán falta cinco días para acabar todo aquello que estáis diciendo, tenemos que hacer y colocar.
           Mientras vamos moldeando nuestra obra, nos vienen recuerdos de los ratos pasados en otras cabalgatas: Que si La Chelvana, El Avión, El Molino, El Molino quemado por el incendio, dándonos cuenta que han sido unos años muy bonitos y con unas fotografías que ahí quedarán para el recuerdo de todos. Nadie dice nada del tiempo y gasto invertidos, muy al contrario, contentos por haber participado y que la cabalgata de las fiestas de verano en Alcublas tenga cada año más participación y sea un referente para toda la comarca.
         Y llega por fin el día esperado, ya se van dando los últimos retoques, así como tener controlado todo lo relacionado con el tema musical, aunque podéis imaginaros que siempre surgen pegas y problemas de última hora, pero siempre tenemos un equipo de colaboradores muy manitas,  dispuestos para acudir con la manguera a sofocar el incendio, sin importarles tiempo y lugar. Desde aquí les damos las gracias por todo, sabiendo que esos detalles que tenéis con la Asociación CulturalLas Alcublas, no se pueden pagar con dinero, eso es participación y de la buena, estas cosas son las que de verdad nos animan a seguir con nuestros trabajos y proyectos.
  

  

          Pero ese momento de la aparición en san Isidro, con todo el grupo en perfecta coreografía, la música sonando, el carro rodando con todos sus atalajes, cadenas, campanas y demás enseres, ver las caras de sorpresa que detectas en los visitantes, como tratan de leer los rótulos, y las fotos que hacen,  creo merece la pena todas las peripecias y tardes de trabajo pasadas.
       






   Cuando ya llegas al Mesón, todo es recibir felicitaciones por parte de una inmensa mayoría, siendo eso una de las causas que nos anima a continuar tratando de colaborar y engrandecer la fiesta, por supuesto dentro de nuestra humildad y modestia.
           Ya para finalizar deciros que lo mismo que esos buenos falleros cuando queman la falla ya están pensando en la siguiente, los componentes de la Acla, en la cena de esa noche ya estamos dándole vueltas a la cabeza para ir buscando el “ lema “ de la Cabalgata del verano del 2014.
                         
            Todo Por y Para Alcublas.

                                                                                                             Serafín  Martínez 
                                                                                                                    A.C.L.A.
        
         




















FIN DE SEMANA DE LECTURA: RELATOS BREVES 2013

$
0
0
De vez en cuando apetece desconectar de todo y dedicar un rato a leer por leer, por el placer de estar a solas con unas historias escritas por otros... Hoy os traemos otra entrega de los relatos del certamen de 2013, dos de la categoría general, uno de la local y otro de la infantil.

¡Feliz lectura!

GRIETAS

Claudia Andrade Carreño

Estaba claro que una vez más no conseguiría pegar un ojo.
Cada año era lo mismo. La antigua casona del tío Marcial en verano y una orquesta de grillos al pie de la ventana insistiendo en torturarla como si supieran que había regresado, el olor a leña apagada con agua en el fogón de la cocina colándose por cada rendija y para rematar; esa costumbre del tío de dormir con la luz prendida a pito de que ella no se asustara con la tremenda oscuridad. ¿Es que no se había dado cuenta de que ya tenía quince años? A estas alturas, ya barajaba su propia teoría. Era el tío quién temía a la oscuridad y, debido a ello, la lámpara al otro lado de la cortina que separaba los cuartos permanecía encendida la noche entera, convirtiéndose en una más de las torturas veraniegas.
Carla se volvió hacia la pared de adobes intentando conformarse y aprovechar el insomnio de buena manera. Fijó la vista en las grietas iluminadas por la tenue luz, disfrutando en recorrer sus formas en penumbras. Se le antojaban como caminos torcidos que no iban a ningún lugar con exactitud, pero por alguna razón estaban allí, como ella cada verano en la casona. Suspiró bajito para no despertar a su padre.
El caballero dormía y roncaba a pierna suelta, sin que le importara un comino la fiesta de olores, colores y sonidos que diezmaban sus horas de sueño. Tenía que amarlo mucho en realidad. Tanto como para someterse a acompañarlo cada año en los días de visita a su tierra natal, manteniéndose estoica y alegre, resignada a darle el gusto.
No era que no le gustara el lugar, todo lo contrario. Le encantaba recibir el cariño de tíos, tías y sobrinos que se desvivían por atenderlos. Se sentía especial cada vez que los visitaba,  esperada y querida, rodeada de una familia grande, no de dos personas como la suya , era bueno para variar, no estar sólo con su padre, aunque cada año el familión insistiera en que estaba irremediablemente enferma, al borde de una fatal anorexia e intentaran por todos los medios posibles atiborrarla de comida.
Le gustaban las caminatas hacia el río por entre las chacras, ordeñar vacas, recoger moras, comer quesos frescos, choclos, sandías y andar a caballo; el sonido del viento agitando las hojas de los álamos y las tardes de guitarreo en la enorme cocina. Aun teniendo que pagar con quince días de dormir a medias, valía realmente la pena.
Todo valía la pena por verle a su padre esa sonrisa que no ostentaba en ningún otro lugar del mundo. Es sonrisa que parecía salirle del pecho, amenazando con romperlo de alegría. Una sonrisa que se le instalaba en la cara cada vez que pasaban por el pueblo y que iba creciendo a medida que subían rumbo a las montañas por la ruta vieja, hasta llegar a la casona de los tíos pasando el canal grande.
Todo el trayecto estaba lleno de nostalgias, cada casa a ambas orillas del estrecho camino había pertenecido a algún conocido, tenía alguna historia, cada recodo escondía relatos de la niñez de su padre,  amorosamente preservados en la retina viscosa de las memorias, en un lugar privilegiado de donde nunca se habían borrado para él, y los compartía en cada curva del camino, con los ojos refulgiendo como carbones encendidos por los recuerdos. Allí estaba la casa donde había nacido, el cerro donde cada año festejaban a la Virgen, el arroyo donde atrapaban ranas y cangrejos. Los caminos de tierra por donde se perdía a cazar conejos con su perdiguero, la que alguna vez fuera la huerta familiar, los panales, las cubetas donde antes se almacenaba la miel. Y la sonrisa continuaba pegada en el rostro de su padre, saliéndole por los poros, por la retinas, por las comisuras de los labios, por las manos, por los oídos, incluso cuando dormía, durante todos los días y noches que la visita duraba, sin que nada pudiera perturbarle, porque realmente allí era feliz, en esa tierra, su tierra.
La madrugada se fue abriendo paso a través de los vidrios empolvados, bañando con un finísimo espectro brumoso cada objeto que Carla tocaba. Las grietas de la pared, que antes le parecían caminos inconclusos, fueron tomando forma con la claridad vaporosa del amanecer. Una helada mañana fue dando paso al día y los ruidos nocturnos fueron reemplazados por los sonidos del quehacer diario de la casona. Lentamente, su padre se desperezó estirando su enorme cuerpo, haciendo rechinar el camastro de bronce, abrió los ojos y la miró sonriendo con las mejillas rozagantes de felicidad por despertar otro día allí, tal como hacía cada mañana desde que llegaban.
- ¡Buen día hija!, ¿Has dormido bien?
- ¡Como un lirón, papá!- mintió ocultando las ojeras bajo la manta.
Carla pensó, viendo la alegría de aquel hombre enorme, que sin lugar a dudas la mentira valía la pena, era un acto justificado por el brillo de dos alegres ojos negros.

   

CREPÚSCULO EN LA POZA DE AIRÓN

Pedro Navazo Gómez

El abuelo Julián, que era de los que pensaban que a partir de cierta edad los relojes van más deprisa que cuando se es joven, y que sólo se vive una vez, no permitía que el tedio (esa enfermedad del alma que sólo ataca a los inertes) se introdujera en su vida, ni que las rutinas que gobernaban la misma se resquebrajaran.
Uno de sus predilectos placeres era el tabaco. Cada mañana, apenas levantarse, paseaba su carraspera por toda la casa a la vez que la bautizaba de humo de su cigarrillo de “Cuarterón”: Un tabaco de picadura de baja calidad que -recuerdo porque a menudo me mandaba comprárselo- costaba 1,40 ptas., y que venía en cajetillas verdes de 250 g. de contenido (de ahí su nombre).
El ritual del abuelo, cuando liaba su pitillo en mi presencia, lo seguía con los ojos abiertos, como si se tratara de un juego de magia: primero distribuía a lo largo del papel de “librillo” (de la marca “Indio-Rosa”) la porción correspondiente, ejerciendo algo de presión para deshacer los grumos gordos de la picadura; luego, ayudándose con los pulgares y los índices de cada mano, como si hiciese el “gesto del dinero”, lo prensaba y lo enrollaba lentamente hasta darle la mejor forma cilíndrica posible; después, una vez que el cilindro estaba prensado de manera uniforme, mojaba la pega del papel con la lengua y lo pegaba a lo largo y, finalmente, haciendo pinzas con los dedos, los pasaba por toda la superficie hasta darle el mejor aspecto posible. Acto seguido se llevaba el cigarrillo a la boca y, antes de encenderlo con su “chisquero”, se dirigía hacia mí -que seguía sin pestañear cada uno de sus pasos- y me hacia un “guiño” de aprobación con su ojo izquierdo:
- Si alguna vez fumas -me decía de broma- recuerda que quien te enseñe a fumar, te enseñe también a comprar.
Donde de verdad disfrutaba era en el pequeño tallercito de carpintería que se había montado en el cuarto de la leñera, en el que, en  un orden de dormitorio, se apreciaban todas las herramientas dispuestas en posición de descanso, limpias y relucientes, listas para emplearlas. Allí, con la compañía de la música experimental que manifestaban las onomatopeyas graves de la garlopa, el serrucho y el martillo en acción, se le iba el tiempo sin enterarse transformando la madera, que le proporcionaba el primo Pío, en estanterías, vasares, tablas de lavar, arcones…y juguetes, con una meticulosidad y acabado propio, casi, de un profesional:
- Tenía que haber sido carpintero -le oí lamentarse  innumerables ocasiones.
Aquel verano se puso de moda, entre nosotros los chavales, jugar a la “peonza” (así llamábamos a la “trompa”): Un juego que consistía en hacer bailar en el suelo una pieza de madera de forma ovalada (parecida a una pera), que tenía en el rabillo un clavo de hierro y un manguito en el otro extremo. Imprescindible, para su uso, era enrollar en su superficie un cordel consistente que se tenía que apretar a conciencia, y que servía para expulsar la peonza al suelo con un giro de muñeca rápido, ágil y preciso, al tiempo que se tiraba de la cuerda con presteza. De lo que se trataba era hacer bailar a la peonza el mayor tiempo posible. 
El dominio de su técnica requería práctica y, sobre todo, habilidad: Había alguno que la hacía “dormir”, esto es, hacer girar a la peonza a gran velocidad y sin traslación, de tal forma que parecía que no se iba a parar nunca, pareciendo que se dormía.
Como yo no tenía peonza y no había posibilidad de adquirirla en el pueblo, dependía de la generosidad de alguno de mis amigos que, a veces, me prestaban la suya.
Un día el abuelo me pidió que le acompañara a la serrería del primo Pío y le pidió que, en algún rato libre, me confeccionase una peonza: Al no tener nada que hacer, en ese momento se puso a ello y en un taco de madera de haya dibujó con un lápiz el contorno de una peonza, luego la colocó en el torno de carpintería y, a la vez que giraba, con la ayuda de un formón la fue modelando y dando la forma diseñada.
- La primera parte ya está hecha -dijo el abuelo.
Ese mismo día, por la tarde, fuimos con la peonza a la fragua del “Saro” (así le llamaban a Fidel, el herrero, porque estaba casado con Sara, una mujer con mucho carácter). A mí me gustaba aparecer, de vez en cuando, por la fragua por el asombro que me producía la hoguera, el enorme fuelle y el yunque, así como las docilidades del hierro cuando, al rojo vivo, adquirían las formas que el “Saro” con sus poderosos brazos, que asomaban desnudos por un aparatoso delantal de cuero,  les iba dando: rejas de arado, llaves, herraduras, aldabas… Allí el herrero, ante mi asombro, se encargó de colocar en el extremo inferior de la peonza una punta, insertándola a fuego, redondeándola  después con una lima.
Del acabado se encargo el propio abuelo en su taller: con la parsimonia que le caracterizaba fue puliendo la peonza con distintas clases de lijas, eliminando las asperezas, hasta dejarla lisa y dejando que resaltara el color natural del haya. Después, para terminar, la dio dos capas de barniz, dejándola ya lista para su uso.
A la mañana siguiente, en mi presencia, el abuelo enroscó la peonza con un cordel y, a modo de prueba, la lanzó contra el suelo:
- ¡Va bien, eh! -comentó mientras bailaba. 
Tan sagrada como su adicción al tabaco era, también, la “cabezadita” (como así la llamaba) que cada día, después de comer, se echaba instalado en su silloncito de mimbre junto a la ventana: Desde allí, acomodado entre dos cojines y mirando la calle, permanecía con un columbrar pasivo, callado y lleno de interrogantes -quién sabe sí para retener sus sueños-, hasta que, poco a poco, iba cerrando los ojos hasta quedar somnoliento durante cerca de dos horas.
Ya por la tarde, aún con el sol columpiándose encima del cielo, el abuelo, deleitoso y complaciente consigo mismo, acostumbraba regalarse postales y puestas de sol en sus paseos sin ruta fija: Unas veces se adentraba en el pinar, por alguno de esos senderos solitarios que anticipan un sentimiento de triunfo, y perdido entre los pinos, como metido en unas zapatillas viejas, se sumergía en el mundo de sus recuerdos: de cuando, por esos mismos pinares, con tan sólo dieciséis años, comenzó a trabajar como resinero antes de entrar, años después, en “La Unión Resinera Española”.
Era cuando aún la miera (así denominaban los resineros a la resina) se recogía utilizando el “método antiguo”, que consistía en hacer sangrar al pino, una vez “desroñado” (eliminado de su corteza), a través de unas grandes aberturas en su tronco, almacenándola, después, en un hoyo excavado en el suelo al píe del árbol, por lo que parte de ella se perdía por filtraciones y evaporación y, además, se recogía sucia. Más tarde, aunque se tardó en aceptar hasta que se impuso, se empezó a recoger como se ha venido haciendo hasta hace, relativamente, poco tiempo: por el “método a vida”: extrayendo la miera de un único corte que se hacía en el pino, para alargar su vida, y almacenándola en un pote de cerámica que se colocaba debajo del corte, junto a una  hoja de zinc que hacía de guía. Una vez lleno se depositaba en unas barricas para su traslado a la refinería.
De regreso a casa, una vez aparcados los recuerdos que había visto pasar como  ráfagas de la vida que fue y que nunca volvería a ser, lo solía hacer, dependiendo de su estado de ánimo, “canturreando” su jota preferida del resinero: “Allá va la despedida/la que echan los resineros/ cuando se acaba la miera/también se acaba el dinero”.
Otras tardes acostumbraba acercarse hasta la “Poza de Airón” (Pozairón, abreviaban), una charca que nadie del pueblo recordaba haber visto nunca seca, a la que se accedía por una agradable vereda que limitaba los sembrados. Allí, apostado en el observatorio de una pequeña loma al frescor de la charca, el abuelo, mientras esperaba a que el sol se despidiese, oteaba la inmensa meseta y, viendo las olas que la brisa del ligero viento levantaba sobre los trigales, se imaginaba que así tenía que ser el mar, que nunca llegó a ver. Algo más tarde, a medida que la luz menguaba y con el acompañamiento musical de las ranas, que entre los juncos de la orilla se aplicaban en su poca variada letanía, el sol se iba poniendo en la meseta como en el mismo mar: se desplomaba sobre la línea del horizonte y éste, poco a poco, iba royéndole por la base hasta terminar devorándolo por completo, y las nubes, blancas hasta entonces, se tornaban en un color albaricoque, difícil de describir…
Con el último resplandor, como telón de fondo en el poniente, el abuelo se incorporaba y, como si de un espectáculo de cobro se tratara, se decía para sus adentros mientras dirigía sus pasos a la aldea:
- ¡No ha estado mal la función de hoy!                        




EL AVIADOR DE MENTIRA

Javier García Martínez

Al parecer, el GPS los había confundido. Se encontraban en algún punto de la zona nordeste de la provincia de Valencia, y para colmo, no había suficiente cobertura.  Habían salido con tiempo suficiente para llegar al camping en el que habían reservado una cabaña de madera para pasar las fiestas de Pascua, pero se pusieron nerviosos al no saber dónde estaban exactamente. Se detuvieron en las afueras de un pequeño pueblo llamado Alcublas, para orientarse. Mientras los padres discutían, los niños aprovecharon para comerse un bocadillo, el viaje les había dado hambre. Se acercaron hasta un vallado y quedaron atontados viendo el ganado que pastaba:
- ¡Menudo rollo de pueblo!
- Apesta a caca -respondió el hermano pequeño al mayor.
El dueño de la finca, un hombre muy mayor, escuchó la conversación de los muchachos y se acercó hasta ellos. Se inventó una historia falsa para ganarse la curiosidad de los niños:
- ¿Os habéis perdido?
- Sí, dice nuestro padre que ha sido por culpa del GPS.
- Eso no pasaba antes. En la guerra usábamos la brújula y el sol. Más te valía aprender si no querías morir.
Los chavales mostraron interés y preguntaron:
- ¿No eres un poco viejo para ser soldado? – preguntó el niño mayor.
- No siempre he sido un anciano, de joven combatí en la Guerra Civil Española.
- ¿Hubo una guerra aquí?
- Sí, pero de eso ya hace tiempo. Mucho antes de que existieran los móviles y los cacharros esos que han perdido a tu padre. ¿No os enseñan historia en clase?
- ¿Luchabais con espadas como en las pelis? -preguntó el niño pequeño.
La pregunta le hizo gracia al hombre y mostró una sonrisa:
- No, ya teníamos fusiles, aunque eran un poco anticuados. Yo pilotaba un avión de guerra.
Se quedaron sorprendidos cuando escucharon lo de los aviones. Se hicieron una idea de que el hombre no era tan carcamal como aparentaba. Se había convertido en un hombre mucho más interesante, había sido un piloto de combate.
- Por entonces, este pueblo tenía un aeródromo que se usaba para abastecer a los aviones.
- ¿Aero qué? -preguntó el niño pequeño.
- Un aeródromo es como un aeropuerto pero mucho más pequeño -respondió el hermano mayor.
- Exacto, muchacho. Allí fue la última vez donde aterricé. Mi avión fue acribillado a balazos y tuve que hacer un aterrizaje de emergencia. Me choqué contra el suelo, destrozando mi aeroplano,  pero salí con vida. Sólo perdí mi ojo derecho, el que llevo ahora es de cristal.
El hombre exageró la  mentira para hacerla más interesante. Les ofreció ver su ojo de cerca. Si no hubiera sido porque el padre llamó a los niños, probablemente habrían descubierto el engaño. Se despidieron y salieron corriendo. Mientras el coche desaparecía por la carretera, el viejo echó una carcajada: lo más parecido a un avión que había conducido en su vida era su enorme tractor de color verde con el que araba la tierra. Ahí montado, sí que se transformaba en un verdadero piloto con una máquina de batalla.



EL NIÑO DE LA RIMA

Clara Tarazón Martínez 


Había una vez un niño que tenía el pelo moreno y los ojos azules. Se llamaba Manuel. Tenía un don, el don de la rima. Se fue al colegio y allí la profesora ese día les dijo:
-¡Mañana es el día de la rima!
Juan, que era el peor amigo de Manuel, preguntó:
-¿Qué es eso?
La profesora contestó:
-Mañana tenéis que traer un poema que rime.
 Se fueron a casa y Manuel nada más llegar se puso a pensar la rima que iba a llevar. Pero antes de hacer la poesía tenía que hacer las invitaciones para su cumpleaños que era al día siguiente. Se le ocurrió hacer las invitaciones con una rima y esto es lo que se le ocurrió:
“Si tu quieres una rima
escucha y mira.
A las cinco y diez
a mi casa ven,
en la calle Poncho
número veintiocho”
Al día siguiente cuando le tocaba decir la poesía a Manuel dijo:
“Si tu quieres una rima
escucha y mira.
A las cinco y diez
a mi casa ven,
en la calle Poncho
número veintiocho”
Toda la clase se lo anotó, excepto Juan que dijo:
“Si tú quieres una porquería,
escucha y mira.
Es esta poesía
de Manuel y su mamaíta”.
- Porque seguro que le ha ayudado su queridísima mamaíta, ya que  no sabe hacer nada solito-siguió diciendo Juan con guasa.
Toda la clase propuso como ganador a Juan. Pero entonces dijo Manuel:
- Tú nunca me verás diciendo una rima para burlarme de otra persona.
La profesora gritó:
-¡JUAN!¡Pídele ahora mismo perdón a Manuel o estás castigado una semana entera!
Entonces Juan le pidió perdón a Manuel y dijo:
-Siento haberte insultado.
Y Manuel respondió:
-No pasa nada.
Toda la clase ya tenía un ganador: ¡Manuel! Esa tarde todos sus compañeros fueron a su fiesta. A partir de ese día a Manuel no le llamarían así, le llamarían el rey de las rimas. Porque escribió un  poema a todos sus compañeros incluido a Juan.

VISITA DE LA ASSOCIACIÓ MACARELLA, DE BONREPÒS I MIRAMBELL A ALCUBLAS

$
0
0


LA ASSOCIACIÓ MACARELLA EN ALCUBLAS



El pasado domingo 17 tuvimos el placer de compartir un espléndido día de campo con los componentes y amigos de la Associació Macarella de la localidad de Bonrepòs i Mirambell, a la que pertenece nuestra paisana y también socia de ACLA, Rosario Santolaria.

La actividad la había organizado la Associaciò Macarella dentro de su calendario anual de actividades y lo cierto es que Roser estaba muy ilusionada con la posibilidad de enseñar su pueblo a la gente de Bonrepòs i Mirambell, tanto que la idea inicial de excursión que llevaba era muy ambiciosa y daba al menos para dos días de visita. Así que lo comentó con nosotros y, dado que querían que fuera una actividad de senderismo, decidimos acompañarlos a la Solana para explicarles un poco lo que el comercio de la nieve supuso en su día para la localidad y contarles la importancia de la nieve como producto de consumo antes de la aparición del hielo artificial.

A las 9:30 h. y con ropa que nos sobraba por todas partes -¡quién se iba a imaginar que con el día que hizo el sábado íbamos a tener una mañana tan buena!-, se puso en marcha el grupo por el camino de San Agustín. Lo primero que llamó la atención de los visitantes fue el fuerte contraste entre el lado izquierdo del camino, totalmente calcinado, y el lado derecho que conserva la vegetación; luego, ya en la Cumbre de la Solana, las dimensiones del desastre ecológico era posible contemplarlas en toda su dureza y ciertamente que impactaron a muchos. 

 
 
   
Si algo tiene una excursión de más de sesenta personas es que se hace difícil llevar un buen ritmo de caminar, porque suele haber gente con diferentes niveles de agilidad, y por eso había momentos en los que la excursión se estiraba tanto que más parecía una romería que una caminata. Al final llegamos a la balsa de  Silvestre, donde paramos a almorzar y donde estuvimos comentándoles la importancia de los navajos y balsas en un territorio sin ríos y con un clima como el nuestro, y su valor como reservas ecológicas de fauna, hablando, como no, del gallipato y de los diferentes tipos de sapos que habitan la zona.

También les estuvimos hablando un poco del Sendero de los Oficios Tradicionales, de lo que pretendemos con su creación -acercar oficios perdidos y olvidados para darlos a conocer, de forma que se valore mejor la herencia cultural de nuestros mayores, por humilde que nos pueda parecer-, y de los oficios de calero y nevatero, enseñándoles las caleras y las carrilás de la nieve, como aperitivo antes de subir a los ventisqueros.

La subida siempre exigente por el Camino de la Nieve hizo aplazar las conversaciones hasta la cima y una vez arriba pudimos contemplar la amplitud del paisaje visible desde la Solana. 

Sin apenas respirar -llevar a Miguel de guía tiene estas cosas, que como tiene las piernas tan largas...-, nos dirigimos al primer ventisquero, donde explicamos la manera en la que se recogía, prensaba y almacenaba la nieve. Allí Joan y Serafín explicaron el ritual que realizamos cada vez que llegamos a un ventisquero o calera: cada uno de nosotros coge una de las piedras derruidas de los muros y la coloca en un hueco de la pared para reforzarla o reconstruirla... El cambio no se nota mucho, pero poco a poco el suelo del interior de los ventisqueros está un poco más limpio y sus muros menos derruidos.






Arriba de la Cumbre, en ese paisaje de blancas piedras rotas, disfrutamos de unas magníficas vistas y de un cielo que parecía empequeñecer todo lo demás.  Las explicaciones sobre el aeródromo de la Balsilla y la línea XYZ, las conversaciones sobre la escasa vegetación y las especies que sobreviven o sobre el desencanto por las labores de recuperación de los montes tras el incendio, nos llevaron de vuelta hasta el pueblo donde habíamos concertado comer en el bar Musical una típica olla de Alcublas, que por cierto estuvo buenísima. Para acabar la jornada nos acercamos a ver el ayuntamiento y la iglesia.

En definitiva un buen día en compañía de un grupo de gente muy agradable a los que prometimos acudir a la excursión que en febrero organizan en el Carraixet y a los que invitamos a volver a Alcublas para mostrarles esas muchas otras cosas que no les pudimos enseñar por falta de tiempo.  

¡Hasta pronto!

"Toda piedra hace pared..."
 

   

 




PIEDRA SECA EN ALCUBLAS: CALERA DEL CAMINO DE LA NIEVE O DE LAS "CARRILÁS"

$
0
0
LA CALERA DE LAS CARRILÁS

El otro día en la excursión con los amigos de Bonrepós i Mirambell pasamos por esta calera del Camino de la Nieve y pudimos recordar el mucho trabajo que nos costó una mañana desbrozar los alrededores para que fuera visible y abrir un camino hasta ella entre la maleza... Pero bueno, mejor no pensar en ello, porque al fin y al cabo parte del trabajo sirvió para algo y aquí tenemos la ficha de catalogación de la calera, un panel explicativo junto a ella para que la puedan entender los excursionistas que pasen por allí, y sobretodo tenemos el convencimiento de que esta es la línea a seguir para recuperar nuestra memoria como pueblo y para convertir nuestro patrimonio en algo valioso apreciado por tod@s  l@s alcublan@s.
Comenzando la limpieza en el 2011

La calera después del incendio de 2012


LEER ES UN PLACER: NUEVA ENTREGA DE RELATOS FINALISTAS

$
0
0
AVISO S0BRE PROBLEMAS PARA VISUALIZAR CORRECTAMENTE EL BLOG Y LOS COMENTARIOS A LAS ENTRADAS: 


Desde este verano se viene padeciendo problemas en el blog para visualizar correctamente la cabecera y la barra inmediatamente debajo de la cabecera con los apartados correspondientes a nuestras publicaciones, etc., y también para ver y poder hacer comentarios a las entradas, algo ajeno por completo a nuestra voluntad.

Un pequeño TRUCO para solucionar el problema consiste en situar el cursor del ratón de nuestro ordenador sobre el título del blog y pinchar repetidas veces hasta que la cabecera salga en su color azul.

Esperamos que sepáis disculpar este problemilla y agradecemos vuestra atención.


*   *   *   *   *

Retomamos -ahora sí-, nuestra sección dedicada a los relatos presentados a nuestro certamen de 2013 con relatos pertenecientes a las tres categorías. En la categoría general "La Salamanca", un relato que, jugando con hechos y personajes reales y con la leyenda de la "Cueva de Salamanca", nos acerca a los hermanos Machado en su niñez; en la categoría local nos encontramos con un relato de Abel Chiva que, no exento de humor, invita a la reflexión acerca de los valores por los que nos regimos los seres humanos; por último uno de esos relatos llenos de sencillez de nuestra categoría infantil que, como siempre, te dejan con una sonrisa en la boca. 

¡Feliz lectura! 

 LA SALAMANCA

Juan Ángel Cabaleiro

Un día, en julio de 1883, el profesor Francisco Giner de los Ríos experimentó una extraña sensación. Estaba sentado en su despacho del colegio que dirigía —la famosa ILE, Institución Libre de Enseñanza— y, como impulsada por una fuerza misteriosa, su atención se dirigió hacia uno de los alumnos nuevos que paseaba por el patio del edificio. Don Francisco, que tenía entre manos la organización de una larga expedición por la sierra de Madrid, abandonó los mapas y la lista de los participantes sobre el escritorio, se puso de pie, abrió la ventana que daba al patio y llamó al joven. Por la breve conversación que enmarcaba aquella ventana supo que el niño se llamaba Antonio Machado y que tenía un hermano mayor, Manuel. Don Francisco, aunque jamás tenía este tipo de reacciones, lo invitó sin más a participar en la excursión. ¿Acaso no pensó en la edad del niño? Era mucho más joven que el resto de los adolescentes. ¡Apenas ocho años!
Esa misma semana salieron desde Madrid, a primera hora de la mañana. Era un sábado. Cogieron el tren hasta la estación de Villalba (el ramal hasta Cercedilla no había sido construido por aquel entonces). Cuando la máquina exhaló su último bufido junto al andén, el pequeño grupo de profesores y alumnos —nueve personas en total— comenzó a andar en dirección al Puerto de Navacerrada. En aquella jornada agotadora debían recorrer cerca de… ¡treinta kilómetros! Antonio iba solo y cansado detrás de la comitiva: al principio, admirando los paisajes que reflejaría mucho después en un poema famoso; al final, reconcentrado en sus menguadas fuerzas juveniles. Su querido hermano Manuel se había quedado en casa con anginas, pero todo el tiempo estaba presente en los pensamientos de Antonio.
Por su parte, como quien se desentiende de una misión impuesta y ya cumplida, don Francisco ignoró al joven durante los primeros kilómetros del trayecto. De Navacerrada, donde hicieron un descanso, continuaron al alto de las Guarramillas; de allí el plan era seguir hasta el Puerto de Cotos y, por fin, al monasterio de El Paular, donde harían noche. La segunda jornada se iniciaría con el cruce de la sierra por el Puerto del Reventón, con la posterior bajada a La Granja. El tercer y último día por la sierra consistiría en el recorrido de La Granja a Segovia, vuelta a La Granja, otra vez a Navacerrada, y de allí a Villalba. Pero el niño Antonio no pudo realizar casi nada de aquel arduo trayecto. Francisco Giner de los Ríos cuenta en sus Memorias que, en la primera jornada, “uno de los niños, a quién apenas conocía por ser muy nuevo en la Institución, se perdió en la montaña…”. Cuenta Giner que aquel suceso los conmocionó, y los obligó a retrasar el plan un día entero. Ocurrió aproximadamente así:
Después de la comida del mediodía en Navacerrada, los excursionistas reiniciaron el camino hacia las Guarramillas. Recorrían el lomo de ese inmenso animal dormido que es la sierra de Guadarrama cuando alguien advirtió el desastre: Antonio se había perdido.
Don Francisco, que no se explicaba el sucedido, organizó una batida de búsqueda en dos grupos. La tarea se prolongó durante toda la tarde. Antonio no apareció. Cuando cayó la noche, los grupos regresaron a Navacerrada y se reunieron a deliberar en el bar del pueblo, presas de la desolación. Como Antonio seguía sin aparecer, don Francisco decidió apelar a un recurso desesperado: la gruta de Navacerrada. Cuando has agotado las opciones lógicas, intenta con las ilógicas.
Fue solo, como se deben hacer estas cosas. Se internó por la sierra, esta vez en dirección a las lagunas, y durante todo el camino se fustigó pensando en lo sucedido: en el repentino impulso de convocar al muchacho, en su desatención durante el trayecto, en lo que podría pasar…
La gruta era una abertura insospechada al pie de un pequeño risco, no muy apartado del camino a las lagunas. Don Francisco nunca habló de la gruta, y sospechaba que poca gente sabía de su existencia. La luna veraniega apenas iluminaba algunas señales reconocibles, pero consiguió llegar. Una vez frente a la entrada del hueco sagrado, don Francisco Giner de los Ríos, como un suplicante, se hincó ante ella y atravesó de rodillas a la reducida puerta. Una vez dentro —como Layo ante el oráculo de Delfos— preguntó por el destino del niño. Pidió —y se sintió egoísta por ello— que su prestigio como educador no sufriera menoscabo en caso de ocurrir una tragedia. La gruta, que había escuchado sus súplicas y sus temores, le respondió con la voz oscura de su interior.
—Regresa con los demás, que Antonio llegará detrás de ti, sano y salvo.
El profesor sufrió una verdadera conmoción al oír aquella voz de hielo y de noche. Regresó, al fin, con más dudas y con más preguntas que las que había traído, pero con la firme decisión de mandar de vuelta a Madrid al niño cuanto antes, si de verdad aparecía.
Unos minutos después, Antonio, que perdido y muerto de frío se había refugiado allí, salió del fondo de la gruta, renegando, con la amable sonrisa del escéptico, de la travesura que acababa de cometer. Antes de dejarla repitió aquellas palabras de hielo y de noche para comprobar una vez más el curioso efecto del eco entre aquellas paredes cóncavas. El llanto de don Francisco, siempre unos pasos más adelante, lo guió de regreso en la noche.
Mientras tanto, muy lejos de todo aquello, en Madrid, en una casona familiar que su abuelo había alquilado, Manuel sufría los peores delirios de la fiebre. El hermano enfermo, desde la cama, escribía en un cuaderno de clase historias nacidas de la desesperación y del aburrimiento, en las que él y su hermano eran los protagonistas. Antonio había tiritado de frío en la montaña, y Manuel lo había hecho de fiebre en la cama de la vieja casona familiar.
¿Qué hizo Antonio en aquellas horas de soledad, metido en una gruta, en medio de la montaña? Su hermano, el niño Manuel, que de alguna manera estaba conectado con él y que intuía lo que le pasaba, escribió en su diario en aquellos días:
“Antonio dice que cuando la Salamanca te llama todo se confabula para que sus deseos se cumplan. Te atrae hasta ella de mil modos. Suele vivir en cuevas alejadas de los caminos, y allí te regala un don, pero te esclaviza a ese don. Hay una cueva de la Salamancaen Madrid, en la montaña llamada Guadarrama. Hay otra en el campo, en un lugar llamado Santiago del Estero, en Argentina. Pero también hay gente que nace con una Salamanca en el corazón…”
  No sabemos si esa misteriosa Salamanca—¿diosa?, ¿ninfa?— creó al poeta (le dio un don), o si fue el poeta el que, excitada su imaginación por las circunstancias, creó la inocente leyenda de la Salamanca. De ser así podemos aventurar que se trató de su primera obra.

                                                       *     *     *     *     *


DUEÑO DEL MUNDO

Abel Chiva Mañes

No lo niego, me gusta pasear. Si a esto añadimos un buen clima de montaña, con esos frescos amaneceres. Esa quietud, esa paz, esos aromas que se paladean entre canto y canto de los jilgueros que se asustan a mi paso.
Pero aquella mañana, después de trasnochar la noche anterior, no era precisamente de esas en que los pies siguen los pasos de tu cabeza. A mitad de camino entre el barranco y lo alto de la Peña, al ascender a una gran roca medio plana, y porque las piernas no la seguían, me fui de bruces al suelo y, rodando de un lado, quedé acomodado en una pequeña depresión que tenía en el mismo centro.
Se estaba bien allí. Un enebro ensombrecía mi cabeza que casi tocaba otra roca que subía vertical unos dos metros. Los brazos extendidos y la espalda agradecían el frescor de la dura piedra, un cielo azul intenso era todo lo que veía. Cerré los ojos y doblé el cuello. Entre las raíces y el borde de la piedra un hueco atrajo mi atención, acerqué la cabeza y sin esperarlo me deslicé por una pequeña pendiente sumamente resbaladiza. Parecía imposible que mi cuerpo hubiese entrado con tanta facilidad.
La estancia era sombría. Obscura. Pero a la vez una claridad tenue e indefinida permitía ver el centro de la bóveda. Del centro del suelo sobresalía una media esfera de un metro de altura, metálica, con un color de destellos brillantes pero de un material desconocido. ¡Hola!¿Hay alguien ahí? Un impresionante silencio me contemplaba, y apenas mis ojos se estaban amoldando a esa luz tenue cuando un zumbido hizo dirigir la vista hacia la media esfera. Sin cesar de sonar -estaba seguro que salía de allí-, en el aire se empezaron a dibujar unas letras y muchos números: GLX746132, PRT592-738596-D15674829, DT2113-A4654968. A la vez que esto pasaba una fuerza invisible me acercó un poco más y me hizo recostar, permaneciendo como en el aire pero cómodamente sentado.
Alucinado, no salía de mi asombro. Dentro de la esfera un baile frenético de luces y en el aire por encima de mi cabeza, como hologramas encadenados en unas secuencias tridimensionales, empezaron a aparecer datos, listas de componentes, transformaciones, fórmulas...Toda una bóveda de colores y formas se sucedían a un ritmo vertiginoso mientras notaba que en mi interior una pequeña idea de lo que se me mostraba iba tomando cuerpo.
Aquello era increíble. Parecía como si toda la vida hubiera sido astrofísico, químico, geólogo, simplemente el cerebro más privilegiado de la galaxia, exactamente es que lo entendía todo cada vez más rápido. Muy pronto empecé a razonar con los conocimientos que veía y a relacionarlos unos con otros. La idea general de las funciones de aquel artilugio fue tomando cuerpo, a la vez que los conceptos inundaban toda la estancia por encima de mi cabeza. Algo en mi interior crecía a pasos agigantados, no era una bola de nieve sin control ladera abajo, ¡no!, más bien un alud de increíbles proporciones. La claridad de pensamiento que me invadía me llevaba como caballo desbocado a infinidad de conjeturas respecto a las posibilidades reales que podían darse con un invento de tan grandes dimensiones. Reventar el mercado del oro, anegar el mercado de diamantes, el del uranio, el de coltan ¡no habría sitio de poder financiero que se me pudiera resistir! Una intensa sensación como de mareo, como expansiva, de euforia, amenazaba con explotar dentro de mi pecho y mi cabeza era un tiovivo desbocado que no paraba de imaginar nuevas y grandiosas posibilidades. ¡Yo!, sí, ¡yo! El último mequetrefe de un pueblecito perdido, podría llegar a ser sin ninguna duda ¡¡ EL DUEÑO DEL MUNDO!!
No sé si fue debido a mi cansancio, o quizá más bien a que aquel “ente” consideró que ya tenía bastante por el momento, pero sin saber cómo me vi sentado en la ladera de la montaña, justo en la roca donde había tropezado. Del pueblo llegaba el sonido de un bando.
Por lo tanto la misa ya había acabado y serían casi la una o por ahí. Había estado unas tres horas desconectado de este mundo. Andaba como flotando, en realidad no era consciente ni de mis pasos ni de los pedregosos caminos que los guiaban. Dentro de mí iba tomando forma la magnitud de lo que se me había dado a conocer, en pocas palabras, la extraña máquina era capaz de descomponer todos los elementos, todas las células, incluso todos los átomos reduciéndolos a la expresión más básica, a la composición más elemental posible. Luego esas partículas las podría reordenar y hacer cualquier otra que pudiera solicitarle, es decir, una simple piedra podría convertirse en agua o madera y también en oro, diamantes, uranio.
En tal estado de euforia, apenas me apercibí que había llegado a la fuente que había antes de entrar en el pueblo. Mi situación, si fuera observado por alguien, no creo que fuera muy presentable, así que traté de calmarme y me lavé copiosamente la cara, tomé dos sorbos de agua y acabé metiendo la cabeza bajo el grifo. Me recosté en un banco tratando de calmar mi ánimo y mis ideas, luego, pausadamente y tratando de aparentar la mayor normalidad, me fui para casa.
Con la excusa de tareas urgentes pasé el resto del día pegado al ordenador. Me resultó muy útil ya que pude ampliar conocimientos y a la vez pensar con calma en los sucesivos pasos que debería desarrollar. Por otra parte el aislamiento voluntario impuesto, me permitía esconder mis emociones a familiares y amigos de una forma más disimulada y eficaz.
El sueño me venció de madrugada pero ya tuve claras varias cosas. Debía volver y saber lo máximo posible sobre la máquina, no debía enterarse nadie de mi hallazgo y lo más importante, que aquello podría ser más peligroso de lo que me había parecido en un primer momento. Hasta tal punto esa intuición me preocupaba que mi sueño se convirtió en pesadilla, una pesadilla tan atroz en la que, después de aniquilar a medio universo, yo me convertía en el mayor agujero negro por el que caía todo, incluso yo, cogido a una bola de cristal disfrazado de mago.
Para no despertar sospechas no madrugué demasiado. Agricultores paraban en el bar a tomar café cuando yo ya salía del pueblo camino de la peña. Andaba lento, pensativo. Una fuerza irresistible me llevaba a la montaña, pero a su vez, mi cabeza se resistía a ceder tan fácilmente. Mientras andaba iba pensando en tres cosas fundamentales: cómo iba a modificar esto mi vida personal, familiar y social; hasta qué punto y cuánto iba a influir en las vidas y futuro del género humano o del planeta tierra en general; cuál iba a ser mi responsabilidad ante Dios y los hombres si esta máquina cayera en malas manos. Pero si estos pensamientos frenaban mis pasos, no era menos cierto que una fuerte ansia y un obseso deseo, por otra parte, los aceleraban y dominaban.
A la llegada, por precaución, miré a mi alrededor, adopté la misma postura y enseguida me introduje en aquella obscura estancia. Nada había cambiado allí. Me acerqué con una especie de miedo, zozobra y ansiedad. Una vez llegué a su lado, con un tenue parpadeo, se encendió un haz de rayos de color amarillo-limón. Instintivamente alargué las manos y las puse encima. Inmediatamente me di cuenta que con ello podía seleccionar el tipo de información a recibir y guiar el desarrollo de la materia elegida.
Me encontraba en pleno apogeo. Como un director de orquesta, tan sólo con mis manos, era capaz de guiar una perfecta sinfonía de datos que se sucedían y fluían de una manera ordenada y a mi voluntad. La media esfera, con un ligero temblor, empezó a emerger del suelo apareciendo en todo su tamaño hasta completar su totalidad, elevándose del suelo.
Permanecí en este estado de levitación largo tiempo asistiendo a un espectáculo jamás contemplado por persona humana, dominando a la máquina y a su vez subyugado por lo que me estaba ofreciendo. Hubiera sido capaz de permanecer así toda una vida.
Poco a poco se fueron sucediendo nuevos puntos luminosos aumentando ligeramente la intensidad, hasta que su secuencia de sucesión se volvió tan frenética que llegó un momento en que aquella bola parecía una enorme luciérnaga suspendida en la oscuridad.
Contemplando atónito este espectáculo, sentado y sin poder hacer nada, me pude dar cuenta de que aquello era el principio del fin de mis sueños de grandeza. A medida que las lágrimas empezaban a caer por mis mejillas, en un asfixiante silencio, la bola fue empequeñeciéndose progresivamente, desvaneciéndose, en un suspiro, como una mota de polvo incandescente.
Aún permanecí largo rato sentado, aturdido. ¿Pero qué es lo que había pasado y por qué? Repté hacia la salida guiado por una pequeña claridad solar. Con los ojos cerrados, para amoldarme al exterior, dejé que una suave brisa secara mis lágrimas y sosegara mi exaltado ánimo. No lo podía entender, aquello era todavía más inconcebible que el encuentro del día anterior, ¿cómo podía llegar a asumir que todo se había acabado? La verdad es que poco podía hacer para remediarlo y, mirándolo por otra parte, había sido liberado del difícil dilema que se me había planteado. Contarlo tampoco, so pena de acabar encerrado por loco y prueba no tenía ninguna.
Comencé a bajar de la montaña un poco más tranquilo. Instintivamente se activó el mecanismo de defensa o supervivencia que todos llevamos dentro y pensé para mis adentros:
“Al fin y al cabo de emociones como esta, está la vida llena. ¿Cuántas veces familiares, amigos o situaciones nos hacen ilusionarnos y por una sinrazón, o sin un por qué quedamos defraudados y deprimidos?”.
Esbocé mi mejor sonrisa, y corrí a almorzar al bar con los amigos.

                                                      *     *     *     *     * 



LA HORMIGA TRABAJADORA

Diego Cano Cano

Había una vez una hormiga muy perezosa que no trabajaba nada en el hormiguero. Era muy burlona y presumida. Llevaba una camiseta roja y unos pantalones negros. Su madre era una de las hormigas más importantes del hormiguero. Era muy simpática y era la secretaria de la reina. Su padre era también muy importante, aunque menos que la madre. Era el constructor del hormiguero. Un día la hormiga respondió mal a la reina. La reina mandó que la echaran fuera del hormiguero. Al principio, se sentía sola, pero se encontró con un escarabajo. El escarabajo se llamaba Mario. Era grande, fuerte y muy robusto. Llevaba unos pantalones azules y una camisa blanca. Le ofreció que se quedara en su casa.
La hormiga dijo:
-Pero yo no trabajo nada.
El escarabajo respondió:
-Me da igual, pero en verano tendrás que ir a recoger comida.
Los dos se fueron a casa del escarabajo. Cuando llegó el verano, la hormiga no hacía nada. El escarabajo le puso una condición: “si no trabajaba, no comía”. La hormiga durante los primeros días no trabajaba mucho, pero pasó el tiempo y trabajaba todo el día. El escarabajo le dio comida y la hormiga empezó un viaje de regreso hacia el hormiguero. No sabía el camino, primero preguntó a una lagartija, después a una tortuga y por último a una araña. Ninguno le dijo el camino correcto.
La hormiga se adentró en un charco, después en un bosque y por último atravesó un campo de flores. Al final encontró el hormiguero y entró dentro. Hizo una apuesta con la reina: “si trabajaba, le dejaba entrar, pero si no, se iba a la calle”. La hormiga ganó la apuesta y la reina le dejó entrar.
La hormiga se hizo importante y cuando la reina se murió ella fue la hormiga reina.

MUSICALERIAS: VOLVER OTRA VEZ

$
0
0
MUSICALERIAS: VOLVER  OTRA  VEZ


      Estando en Valencia capital, ya estudiando en su Conservatorio, lo lógico y normal en esta tierra es que pertenezcas a alguna banda, pero yo me había venido del pueblo y aquí no pertenecía a ninguna. Pero como tienes que hablar y relacionarte con otros alumnos y sobre todo colegas de instrumento, resulta que entre ellos había un chaval muy vivo y despierto, que ya tocaba el clarinete como los propios ángeles y vivía en el Barrio del Carmen, muy cerca de mi lugar de residencia, así que muchos días pasaba a por mí y acudíamos juntos a clase. Ese buen estudiante era José Vicente Herrera (actual solista de Clarinete de la Orquesta Municipal de Valencia), gran clarinetista, director y sobre todo una excelente persona.

     Conocí a su familia y su padre, también músico, se interesó por mí y ya comenzó a llevarme para ir tocando en una banda de la propia ciudad. Siendo entonces cuando me dicen que podía ir con ellos a tocar a la Banda de Mislata, que me presentarán a su director y como van a ir al Certamen de Valencia, seguro necesitan clarinetes y tú ya puedes hacer un buen papel –eso me lo iba diciendo el padre-, así que haciéndoles caso, allá que me voy una noche con ellos al ensayo.

      Allí ya contacté con otra excelente familia de músicos, los Tortajada- Pallardó, así como con otro ya desde entonces colega, y amigo de batallas y guerras para siempre, me refiero a Emilio Tornero, al cual le quiero dedicar unas musicalerías.

      Los acontecimientos se fueron sucediendo como había previsto el padre de José Vicente, comenzando a ir a los ensayos con ellos desde Valencia, para acudir al Certamen de la Feria de Julio de ese año. El director por aquel entonces era D. Roberto, y  rápidamente me admitió como otro más de la banda. El padre de Pepín Tortajada se preocupó de llevarme a su casa y darme un traje de músico de su hijo para que no me gastase dinero. Qué buenos ratos musicales pasé con aquellas gentes y músicos, concursamos en el Certamen y ya me quedé a formar parte de la banda, participando en todos sus actos y ensayos.

       Pero como yo ya estaba estudiando y preparándome para ir a oposiciones, resulta que fue entonces cuando ya nos presentamos Emilio y yo a la misma convocatoria, aprobándola los dos. Y aquí ya llegó mi separación de estos amigos, así como el tener que dejar la banda del CIM de Mislata por motivos puramente profesionales.

       Emilio se quedó en Valencia y yo me marché a Madrid, pero vamos pasando nuestra vida profesional en diferentes bandas, juntándonos de nuevo en Madrid y volviéndonos de nuevo a separar, para volver a juntarnos de nuevo en Valencia.

     Yo continué en el Ateneo de Cullera como músico y profesor, y Emilio en su CIM de Mislata lo mismo, y así vamos pasando nuestros días y vivencias musicales, hasta que llega a suceder hace un mes, lo que dice el título de estas Musicalerías.

      Resulta que mi hija (estudiante de clarinete), conoce a unos colegas de instrumento de Mislata en las pruebas de acceso al Conservatorio, y le dicen que lo que tiene que hacer es irse a tocar con ellos en el CIM de Mislata, que hay mucha gente joven, que tienen muchas y variadas actividades y se lo pasará muy bien; ella se lo piensa y allí que aparezco una noche para llevarla al ensayo en el Musical.

      Cuando me ven entrar en el casino, tanto Emilio como los pocos músicos que quedaban de aquellos años ya no paran de ir lanzando mensajes y charraditas hacia mi persona: “Va, lo que tienes que hacer tú ahora es traerte el clarinete y tocar con nosotros”, “¿No ves que te aburrirás?¿Qué vas a hacer ahí tú solo mirando?”, y así una y otra noche de ensayo escuchando la misma “melodía musical”. Hasta que el jueves pasado aparezco con mi clarinete dispuesto a ensayar otra vez con aquella banda, con la que comencé a disfrutar haciendo música en Valencia hace ya de esto unos años.

    Quién me iba a decir a mí que un día ”volvería a tocar otra vez” con el CIM de Mislata junto a algunos de aquellos a los que tuve que dejar un día por tener que marcharme por motivos musicales profesionales.

   
     Dedicado con todo mi cariño a compañeros, colegas y amigos del Centro Instructivo Musical de Mislata, por aquellos buenos ratos que pasamos juntos y nunca olvidaré, y por todos los que nos quedan por pasar.
                                                                                           Serafín  Martínez  Marz.
                                                                                                       A.C.L.A.
   

'Pobles valencians abandonats. La memòria del silenci' de Agustí Hernández

$
0
0

Primera presentación del libro 

'Pobles valencians abandonats. La memòria del silenci'
 de Agustí Hernández
Ayer jueves 28 de noviembre, en el Auditorio municipal de Alboraia estaba prevista la presentación de un interesante libro escrito por el periodista Agustí Hernández. Se trata de 'Pobles valencians abandonats. La memòria del silenci', un libro con el cual su autor, excursionista entusiasta del paisaje valenciano, nos acerca la realidad actual de pueblos deshabitados y nos la trasmite desde un punto de vista muy particular, estableciendo con sus imágenes una dialéctica entre el medio ambiente y la historia a través de los restos de los núcleos de población y el paisaje.

Este libro es la continuación de un primer libro titulado "Pobles abandonats. Els paisatges de l´oblit", que se público en el año 2006 y que fue el germen de una interesante exposición del Museu d´etnologia de València que ha estado presente en muchas localidades valencianas.

Aunque ayer no pudimos asistir a la presentación en Alboraia -asistiremos seguro a una de las próximas presentaciones-, queremos dar la enhorabuena al autor por este trabajo que muy pronto podremos disfrutar y del que la ACLA donará un ejemplar para la Biblioteca municipal de Alcublas. 

Ahora os dejamos con algunas notas y fotografías sobre el libro que aparecen en el blog del autor, uno de nuestros blogs favoritos, "Pobles Valencians Abandonats"




Pobles valencians abandonats. La memòria del silenci mostrarà fotos històriques de nuclis desapareguts com Tous, Campos de Arenoso, Domeño o Loriguilla, entre d'altres

  • L'autor és el periodista Agustí Hernàndez qui mostra un espai natural significatiu pròxim a cadascun dels llocs despoblats (arbres monumentals, cascades, rius i llacs, vistes paisatgístiques...)
És possible que vosté no conega els despoblats valencians de Bibioj, Suera Alta, Benicalaf o Vizcota. Potser tampoc espais naturals i paisatges pròxims a ells poc coneguts i de gran valor i bellesa, com el Chorrador de Zucaina, el Pozo Negro, els estanys d'Almenara o la Sabina La Juana. El llibre Pobles valencians abandonats. La memòria del silenci que s'autoeditarà el periodista Agustí Hernàndez (Alboraia, 1977), descobrirà aquests espais oblidats amb gran valor natural i cultural. Actualment, i com a pas previ, l'autor està duent a terme una campanya de divulgació d'aquests espais a través de les xarxes socials, per a donar difusió a la idea, completar continguts del llibre i aconseguir finançament. La campanya de micromecenatge va tindre una primera fase fins a finals de juliol, i, des de principis de setembre, l'autor ha hagut de fer una ampliació del projecte.


Aixi, espais naturals que Hernàndez uneix són Bercolón i el despoblat de Olmedilla, en la cua de l'Embassament de Benaixeve; el Chorrador de Zucaina i l'aldea deshabitada de Bibioj; l'aldea de Jinquer i les trinxeres de la Guerra Civil de Pedralba i els Òrguens a la Serra d'Espadà; Suera Alta i el Pozo Negro de Fuentes de Ayódar; o també l'antic poble de Benicalaf del que només queda l'església, i la Font de Quart o els estanys d'Almenara. Del vell Tous, submergit per a la presa que després es trencaria l'any 1982, el llibre recuperarà fotos.

Tots estos materials que eixiran junts al llibre, ja es poden anar consultant parcialment a través de les xarxes socials i el blog Pobles valencians abandonats, dins l'objectiu general de donar visibilitat i major coneixement públic als espais naturals valencians.

En este recorregut per la despoblació i el medi ambient, Agustí Hernàndez també emparella espais com el naixement del riu Palància, el barranc de Resinero o les vistes des de la Peñaescabia, a Begís-El Toro, amb el nucli del Molinar. Altres nuclis de població significatius són Beneixida i Gavarda (derribat i parcialment derribat, respectivament, arran de la pantanada de Tous de 1982); Domeño, Loriguilla i Benagéber, que van canviar d'ubicació i els seus nuclis originaris han sigut enderrocats, i en l'últim cas, submergits.


També es pot citar el cas de Campos de Arenoso, un poble que tenia entitat municipal i va desaparéixer com a tal, a més que el seu nucli principal de població va enderrocar-se i submergir-se. Prop, hui, podem veure llocs espectaculars com els estrets del Millars, el congost de Chillapájaros o vistes de gran bellesa, a més d'altres nuclis deshabitats com El Chorrico o El Mas del Aceite. Rambla Seca també va desaparéixer per a la construcció d'un embssament al riu Xúquer.

En 20 dies -la meitat del període de micromecenatge en Internet- el llibre ha aconseguit arribar a més del 70% del pressupost previst, amb la participació de més de 60 mecenes, entre els quals hi ha persones que viuen fora d'Espanya. S'han interessat pel projecte, que té un reduït cost de 2.090 euros, residents d'Austràlia, o Alemanya, i d'altres territoris espanyols diversos. Actualment, Agustí Hernàndez busca el suport d'institucions públiques i empreses per tal de poder millorar el llibre, amb una major tirada o més pàgines. 

A data de 19/9/2013 ja hi ha més de 200 mecenes, i el pressupost inicial de 2090 euros es va desbordar, amb 3.550 euros en aportacions en la primera fase. En l'ampliació, iniciada el 3 de setembre amb un reduït cost de 400 euros per tal de millorar el disseny del llibre, han bastat 14 dels 40 dies de micromecenatge per a què l'autor aconseguisca el seu objectiu de finançament. I continua sumant suports a través d'Internet i el boca a orella.

Treball col·laboratiu

El llibre, que té voluntat de ser un treball col·laboratiu, està rebent l'aportació ciutadana també pel que fa al seu disseny. Per exemple, els lectors del blog i la pàgina de facebook Pobles valencians abandonats estan donant el seu punt de vista sobre les tres propostes de portada del llibre, i també aportant diferents continguts, com fotografies dels indrets deshabitats, o suggeriments.


Agustí Hernàndez Dolz porta més d'una dècada fent excursions amb una certa regularitat a estos nuclis de població deshabitats, i alimentant el seu blogwww.elspoblesvalenciansabandonats.blogspot.com. Fruit d'això, ha pogut anar coneixent els espais naturals que acompanyen els pobles abandonats. "Vas fent descobriments sobre la marxa, te trobes coses que no sabies que estos llocs existien", ha dit. Tot i que anar a un poble abandonat implica una important tasca de documentació, tant en mapes com consultar si hi ha alguna bibliografia no sobre ell, sinó sobre l'entorn, reconeix que no és una tasca fàcil. "Arribar a llocs que mai havies vist, ni tan sols en Internet, com Los Mores, i veure paisatges immensos i deshabitats com l'entorn del barranc de Santa Ana", o anar a l'aldea deshabitada de Vizcota (Alpuente) i després poder veure sabines de cinc segles com La Juana, no té preu", diu Hernàndez.

Recuperació de pobles

En el llibre Pobles valencians abandonats. La memòria del silenci també es mostrarà pobles que s'estan recuperant en els últims temps, com per exemple La Reduela, a Ludiente, que s'està reconstruint parcialment. No obstant, la majoria continuen deshabitats. El fet que, en molts casos el bosc els haja envoltat, els dóna un aspecte diferent al que tenien fa mig segle, quan la muntanya estava habitada (i per tant conreada i abancalada). Altres nuclis que se citaran al llibre són Cañada Seca i La Hortichuela (Alpuente), amb la seua proximitat a La Escalereuela; La Saranyana (la Todolella); Marines Vell (Marines); El Reatillo (Siete Aguas); Tamayo (Venta del Moro) i Los Sardineros (Requena).


Menció a banda mereixen els despoblats històrics. Miravet (Cabanes), els moriscos de la muntanya d'Alacant com Alcúdia i Benimarsoc (la Vall de Gallinera) o l'Atzuvieta (la Vall d'Alcalà); l'Olla (Marines); altres que han deixat restes en forma de parets (les de Cotes o Pardines, a Algemesí), o llogarets que han restat en la toponímia o el record popular, com Alasquer, Pujol o Ternils.

Acompanyant a tots estos llocs, hi ha vistes paisatgístiques com el Mirador de la Talàia i el de la Costa a Llucena; arbres monumentals com el roure El Rebollo a Cortes de Arenoso; paisatges espectaculars com els que acompanyen en Mas d'Escrig, amb la Penyacalva, el Cingle Verd i el riu Montlleó a l'Alcalatén; la vega del riu Bohigues, al Racó d'Ademús, pròxima al nucli de Negrón, amb 10 veïns empadronats; o camins empedrats, sendes impossibles i castells encimbellats en els emplaçaments més increïbles.


Agustí Hernàndez és periodista. Ha treballat al Gabinet de Premsa de la Universitat de València i el·laborant un diari a l'Ajuntament d'Alboraia, a més d'haver sigut becari, col·laborador de diferents mitjans de comunicació. És autor de publicacions com ara el llibre 'Pobles abandonats. Els paisatges de l'oblit' (2006), esgotades ja les dues edicions del mateix; i comissari de l'exposició de la Diputació de València 'Pobles abandonats. Pobles en la memòria', que ja ha sigut retirada després de més de cincuanta itineràncies per diferents pobles valencians. 


LEER ES UN PLACER: NUEVA ENTREGA DE RELATOS BREVES

$
0
0



Y si en nuestro último artículo os recomendábamos una lectura, hoy lo que hacemos es servírosla en bandeja de plata: aquí os traemos una nueva entrega de relatos de nuestro último certamen. 


Desde un relato que reflexiona acerca de los cambios en la sociedad rural, pasando por un relato que podría estar extraído de una novela negra, o un relato basado en hechos reales sobre las peripecias de una emigrantes alcublana en la Valencia de la postguerra, para terminar, como no, con una deliciosa historia infantil que no os podéis perder. 

 

¡Feliz lectura!


  

EL PAS DEL TEMPS

Susana Ferrandis Giménez

Arran la província de Castelló, xafant peus la província de València, diuen que existeix un poble relativament pla, segons es mire. Prop d’una rambla, que el rep despert cada dia amb l’esclat de la llum que deixen passar les serralades que l’embolcallen aguaitant a certa distància.
Noble i treballador es presenta, amb les mans aspres i el regalim de gotes de suor que ha anat brollant sota el barret al llarg del temps per deixar-se notar hui en dia. Sí, gotes de suor salada que intentaven recórrer amb delicadesa les corbes de la galta, però sempre es veien frenades per les partícules de pols adherides a la capa superficial de la pell de la cara. Agricultors i ramaders, agafats de la mà, curant terres i ramat, arribaven a casa amb recel per un plat de calent quan el sol acomiadava la jornada.
No es feia fàcil la vida per la zona. Xicotets poblats formaven una cadena de companyia, al mateix temps, un poc llunyana, un entramat entre camins vigilants que calia recórrer per anar des del poble a les terres de cultiu. La constància i l’ingeni sempre presents en els habitants d’estes terres han revifat la pobresa, obrint pas al futur. I és que així camina un poble, és eixa la forma d’apropar-se més al moment actual. L’esforç, el treball i l’ombra quedaran reflectides en la memòria d’un poble tacat de guerra i segellat pel còlera. El despertar del sofriment encamina l’ànima amb la direcció de la llum, enfortida per una energia inexplicable que va guanyant el pas a cada instant que transcorre. I és d’aquesta manera com un poble s’arrela i eixampla la soca buscant la vida i clamant al cel el ser reconegut.
Gent que emigra buscant la vida urbana agarrant maleta i manta a la recerca d’una nova forma de vida. Una feina d’oficina, una plaça de mestre i tal vegada un treball de doctor, encara que el record amb el  puny tancat es manté com llavor en un raconet del cor. Mai és tard per pensar en retornar al poble, eixe poble menut que un dia et va parir de les seues entranyes i que si la fàbrica tanca segur que l’escalfor del nucli local, un poc modernitzat i canviat de com el vares deixar, t’acollirà de bones maneres, obrint les mans al màxim esperant el teu abraç.
No esperes trobar-te el mateix que et vas deixar enrere, la gent canvia, la llengua avança, racons que es creen i altres que desapareixen, el poble recorre un trajecte pas a pas. Transforma cada instant. I encara que siga un pas de puça, és major que el record que et vares deixar.
Això sí, si fas l’esforç de revisar els teus records no podràs oblidar aquelles festes socials i de carrer que se celebraven i mira com este poble de la comarca dels Serrans les celebra, encara, en combinació d’altres, en honor a la Mare de Déu de la Salut. La Mare de tots que bona falta feia destacar esta donzella que després de les desgràcies poguera ací mantindre la vida.
Amb el cor ple de glòria i traçant el camí de futur, ens obri la porta Alcublas per a ser reconeguts i prendre la nostra mà quan, possiblement, més falta ens fa.
 

  

EL PUENTE

Carmen Gil Robles


Otra vez en el puto puente. El mismo puente de mierda al que me traían de excursión de pequeña, donde todos esperaban que jugara, cuando a mí lo único que me preocupaba era el frío que pasaba, ahí, de pie, sin hacer nada. El principal desafío que veía en aquellos viajes era tocar la piedra helada sin guantes. No sé qué odiaba más, si el frío, que era aún más agudo del que pasaba en la chabola que me decían que era mi casa o todas las plantas viscosas, que, además, hacían masa con los bichos, haciendo un revoltijo vomitivo. Por lo menos, en ésa época tenía la suerte de que, después de mucho insistir, me dejaban sola, como el extraño animalillo que creían que era. Pero hoy había sido peor. Hoy me había encontrado con él. Aunque en realidad, era él quien se había encontrado conmigo. Por supuesto que no lo conocía. Había pasado a mi lado con menos vida que una sombra. Seguramente, tal y como estaba en medio de la noche, ensimismada en mí misma, nunca me hubiera fijado en él. Demasiadas sensaciones encontraba en ese lugar. Asco del pasado, frío húmedo de la niebla, que no hay cojones para que desaparezca de esta puta ciudad, regusto metálico de los hilos de alambre que la luna crea al reflejarse en el agua medio putrefacta del río. A pesar de estas sensaciones, siempre volvía aquí por el sentimiento, Sentimiento con mayúscula, qué coño, el Sentimiento de desahogo, pues el resto era aún peor. El resto estaba pintado de aburrimiento, aburrimiento gris y opaco. Lo cubría todo. Estas dos, las del curro, nunca han podido entender cómo me he podido cansar de todo a mi edad. Incluso alguna vez se han rebelado contra ello. Incautas. Lo único que se llevaron de las veces que me sacaron de casa, a hostias casi, fue pagar la cuenta, vomitar en el taxi de vuelta a su hogar (sí, ellas consideran que tienen un sitio donde sentirse en casa, que pueden considerar suyo), y ver cómo me iba con el primero que pasó en cuanto me puse un poco entonada.
  Pero ahora, en este puente, me da por pensar que ya nunca volverán a sacarme de casa. Él se ha ocupado de ello. Creo que llevaba mirándome un rato antes de hablarme. Y también creo que la idea de estrangularme se le ocurrió de repente y casi sin darle importancia. Porque, al fin y al cabo, ¿quién era yo para él? Nada o todo. Un capricho o una manera de vivir. Euforia o desprecio. No lo sé y no lo sabré nunca porque, la verdad, llegada a este punto no me importa la mierda de vida del hijoputa.
            A pesar de la puñalada en el pecho, estoy extrañamente lúcida. Ahora mismo lo que me jode de estar muriéndome es el frío, que siempre me ha dado un miedo asesino, y la sensación de que esto no se acaba nunca. Estar tumbada, medio escondida, sabiendo que nadie pasará por aquí. Que nadie me echará una mano. Que hasta que muera sólo oiré el chapoteo de mis pulmones medio encharcados, que ya ni siquiera son míos. Y que ni siquiera puedo ver nada por estar de cara a la piedra. Y eso es lo único que me queda, lo que siempre he tenido, nada.



LOS OLIMPIOS 

Antonio Monzonís Guillén 

 


            Estando en Valencia, mi abuela, a quien llamaban la tía Isidra ya de más de ochenta años, todavía continuaba con sus formas y maneras, su carácter de los tiempos del matriarcado y viviendo en casa de su hija la mayor. Viuda ya, llevaba a sus nietos a cachetes por cualquier cosa con su vicio de pegar y de “ordeno y mando”.
Un día, no sé de dónde, sacó unas perrillas y se compró un polo de hielo de los de entonces que no llevaban papel, subió enseguida a la casa escondiéndoselo debajo del sempiterno delantal negro y se metió en su cuarto, guardando el polo dentro del cajón de la mesita, pensando, digo yo, comérselo más tarde cuando nadie la viese. Cuando llegó ese momento cuál sería su sorpresa al ver el palo del polo sin el polo, y empezó a gritar:
- ¡Pelfas! ¡Ladronas! ¿Quién me haquitao el polo que tenía en la mesita? ¡Alguien se lo ha comido!
Todos acudieron corriendo al oír los gritos y cuando escucharon y vieron de qué se trataba, comprendieron que se había derretido el polo y sólo había quedado el palo.
- ¡Pero madre! -decía su hija Lourdes, la mayor- ¡¿Cómo se le ocurre guardar un polo en el cajón de la mesita?!  ¿Pero usted no ve que el hielo se derrite?
Y mi abuela no paraba:
- ¡Mostros! Os lo habéis comido vosotras...
En otra ocasión fue una visita a casa. Era una señora amiga de mi madre e iba acompañada de un hijo pequeño de unos ocho años que tenía síndrome de Down y mi abuela, que en cuanto veía a alguien en casa, entraba de la galería en donde estaba y se plantaba allí y a curiosear...
- Hola chica… y tú ¿de adónde eres?
Enseguida mi madre le decía:                 
- ¡Pero madre!, cállese.
Y mi abuela continuaba.
- Oye, ¿este chiquillico es tuyo?...Que caída de ojos tiene más bonica.
La mujer le echó una mirada que la traspasó de parte a parte.               
- ¡Ay Dios mío!... pero madre.... Mira, no la tengas en cuenta que es una mujer vieja y muy impertinente. ¡Venga... váyase a la galería y siéntese donde estaba!
Era originaria de Las Alcublas, un pueblo de Los Serranos, tierra de secano. Para llegar a él, en mis tiempos de joven, teníamos que coger el tren en Valencia que nos llevaba a Liria y allí coger el “micro-autobús” que llamábamos la Chelvana de los del motor fuera y el chófer ya se sabía el camino de memoria y todos le llamábamos el “Tío Moya”. El pueblo, situado en un altillo, estaba rodeado de montes, cerca había uno que le llamaban de “los molinos” porque aún quedan los restos de dos molinos donde se molía el trigo. Por la zona donde llegaba la Chelvana los montes estaban llenos de pinos del tipo mediterráneo. En aquel entonces había una fuente en el pueblo que llamaban de San Agustín, otra en las afueras, a la salida hacia el Villar del Arzobispo, cerca de la peña Ramiro, un monte con cuevas donde en invierno se guardaba apretada la nieve que caía, para en verano bajarla a vender a Valencia para helar; a ésta la llamaban de “la Salud” de la que casi nunca salía agua y otra de “la Cava” junto al lavadero del pueblo. Como mi abuela era delgada, sin pasarse, y comprendiendo que por aquel entonces las mujeres de “buen ver” eran las gordas, la llamaban de mote “La Tía Sequeta”.
Pero tuvo a bien casarse con uno de los más templaos del pueblo, un tal José, joven, barbero, sacamuelas y músico de la Banda del pueblo, con su bigote de la época, abierto en dos mitades, dirigiendo los pelos del mismo hacia los lados. Pero eso sí, bien peinado, bien parecido, un poco pelirrojo casi sin notársele, buen mozo y bien tenido, por ser hijo del practicante, ya fallecido y al que llamaban “Jerónimo Olimpio”  hombre culto, no del pueblo, a cuya esposa conoció en el Hospital General de Valencia donde trabajaba, allí se enamoraron llevándoselo a su pueblo, Alcublas. El mote que les pusieron  fue “Los Olimpios”.
Se casaron y tuvieron dos hijos, José y Miguel, y una hembra, Catalina. José fue el marido de “La Tía Sequeta”, mi abuela, y entonces, ni radio ni televisión, que se suele decir y, quizá porque era costumbre de la época, tuvieron cuatro hijas, un aborto y un hijo que a los dos años murió de tifus.
Se fueron de luna de miel a Sacañet, un pueblo muy cerca de Las Alcublas en dirección a la Cueva Santa. Ella encima de un borrico y él guiándolo del ramal del hocico y se ve que no los tratarían muy bien, o algo les haría o verían, en una aldea de cuatro casas,  que mi abuela, en cuanto alguna de sus hijas no hacía bien alguna cosa, su insulto más rápido era “sacañetera”.
A la mayor de la hijas le pusieron Lourdes, porque se hablaba mucho de los milagros de la Virgen y la aparición a Bernadette; a la segunda le pusieron Consuelo, que era como un rabo de lagartija y “más mala que pegar a un padre”, que decía mi abuela; a la tercera, Catalina, por su tía, y a la cuarta Sacramento por “eso” del Corpus Christi. Las mayores iban a solfeo con el método Eslava y tocaban la bandurria con la rondalla del pueblo.
Un día, Consuelo -ya habían hecho la matanza del cerdo- levantó la tapa de una de las tinajas donde se guarda la fritanga, metió mano y sacó un trozo del cerdo, como tenía hambre se lo escondió debajo del delantal, se subió a la cambra y escondida se lo comió. Y claro, ya había aprendido que cada vez que tuviese hambre tenía la solución y se decía “...por un trocico, no lo notarán.”
Un día su madre, “La Tía Sequeta”, metió la mano para sacar trozos para la cena y cuál no sería su sorpresa que todo era mover el aceite por toda la jarra y allí no aparecía ningún trozo de frito. Sorprendida soltó:
- ¡Rediós! Pero ¿que ha pasaoaquí que no hay fritanga? ¡Ay Dios mío! ¿Que habrá entrao algún muerto de hambre o... algún ladrón...? -pensaba... De pronto dijo:
- ¡No!... han sido mis hijas, seguro ¡Mostrencas! ¡Pelfas!
Y cuando se enteró de que había sido Consuelo, la corrió con la escoba por el pueblo y le decía, casi sin poder hablar de la sofoquina que llevaba:
- ¡Calla, que ya vendrás...
- ¡Ay! Esta chiquilla me va a matar, le voy a dar de palos que ya verás, se va a acordar de mí toda su vida.
Así iba transcurriendo el tiempo. Otro día fue Catalina, se dio cuenta que en la despensa había una botella muy bonicaa cuadricos de cristal, la destapó, la probó y, viendo que estaba muy dulce -¡Caray con la botellica!,- toda la mañana, viaje que viene, viaje que va, estuvo dándole tragos hasta la hora de la comida. Su madre se da cuenta de que Catalina no está bien. ¡Algo le pasa!, no quiere comer, está como mareada, la toca con los labios en la frente; no le nota nada  pero se asusta, la mete en la cama, llama a las vecinas y les dice que va a buscar al médico, que su Catalina no está bien.
Por el camino iba hablando sola, se recoge la punta del dental en la cintura y asustada se dice:
- ¡Ay Dios mío! ¿Qué le pasará a esta chiquilla?
Las vecinas… cada una daba su parecer, que si esto... que si lo otro.
Allá que viene el médico y la destapa para auscultarla, acerca el oído antes de sacar el estetoscopio... y no veas... se levanta, lo guarda y se dirige a mi abuela y a las vecinas que estaban como encogidas, con cara de susto y les dice:
- Señoras, esta chiquilla huele a aguardiente y tiene una borrachera que no se aguanta...
El médico les dijo todo lo que tenían que hacer y después de la cara de susto  que habían puesto las vecinas, mi abuela dijo otra vez:
- ¡Ay Dios mío! Estas chiquillas me van a matar.
Y así un día tras otro, que si “sacañeteras” que si “...hasta la siega del tocino.”, que si “pan con pan comida de tontos”, con una infinidad de refranes que mi abuela soltaba continuamente, fui aprendiendo algunas cosas de la vida.



LOS PATINES DE ANDREA

Laura Embuena Illueca

Érase una vez una niña que se llamaba Andrea. Era alta, guapa, tenía los ojos azules y el pelo largo. Le encantaba patinar y tenía unos patines superbonitos. Todas las tardes se iba a patinar con Erika, que era su mejor amiga. Un día Andrea se cayó y se hizo daño. Corriendo Erika exclamó y a la vez preguntó:
-¡¿¡¿Estás bien?!?!
Andrea respondió:
-Sí, me he hecho un poco de daño pero no pasa nada.
Mientras seguían patinando oían unos ruidos extraños de los patines. Cuando llegaron a casa los miraron bien por si acaso se había roto algo, pero no vieron nada, solo notaron que los ruidos venían de los patines de Andrea. Su madre los llevó a la tienda que los había comprado y le dijeron que al caerse se le habían roto. Entonces su madre dijo:
-¿Qué te parece si vamos a comprar otros iguales que los tuyos pero más buenos y más  nuevos?
Andrea le dijo que no, porque los tenía desde que aprendió a patinar y les tenía mucho cariño. Entonces siguió con esos. Un día sus padres se dieron cuenta de que aún seguían haciendo más ruido que antes. La madre y el padre, a escondidas, fueron a comprarle otros iguales, más buenos y más nuevos. Al día siguiente cuando fue  a ponérselos vioque ya no hacían el mismo ruido. Le preguntó a su madre que por qué ya no hacían el mismo sonido,  que  hacían otro distinto. Pero ahora  no eran los de ella, eran los patines de su amiga Erika. Su madre le dijo a Andrea que los suyos eran nuevos y que ella y su padre se los habían cambiado. Andrea dijo.
-¿Pero por qué no me lo dijisteis?
La madre y el padre dijeron a la vez:
-Porque sabíamos que no ibas a querer  patinar. Con los otros, al estar rotos, es peligroso.
Andrea volvió a preguntar:
-¿Y donde están los otros?
La madre respondió:
-En tu armario de los patines.
Andrea respondió:
-Está bien, llevaré estos, pero los otros me los guardaré para siempre.
Su madre respondió:
-Vale, pero…… ¿Qué hacemos con los patines de Erika?
Andrea dijo:
-Tengo una idea. Sin que Erika se entere le vas a decir el truco a su madre para que se lo haga a ella también, porque ella también los tiene desde que empezó a patinar. Entonces no creo que se los quiere cambiar.
-¡Vale!- dijo la madre.
Al día siguiente se fueron a patinar y vieron que ya no hacían ninguno de los dos ruidos raros. Y las dos amigas fueron contentas con sus nuevos patines. Pero un día las dos encontraron sus antiguos patines en el armario y se pusieron los viejos. Iban por la calle haciendo ruido y la madre de Erika se asomó al balcón para ver  que eran todos esos ruidos. Andrea y Erika corriendo se escondieron porque no querían que les viera la madre de Erika, pero la madre dijo con disimulo:
-¡¡Ui!! Pues no sé de qué será ese ruido.
Las chicas dijeron:
-¡Jajajaja! ¡No nos ha visto!
Y corriendo la madre se asomó al balcón y exclamó:
-¡¡¡¡¡Os he visto!!!!!
Y COLORÍN COLORADO ANDREA Y ERIKA EN CASA CON SUS PATINES NUEVOS Y CON LOS VIEJOS.


FIESTA DE LOS QUINTOS EN ALCUBLAS: UN FIN DE SEMANA LLENO DE ACTIVIDADES

$
0
0

El fin de semana de la Inmaculada es siempre un fin de semana de esos que en Alcublas se espera con ganas por las celebraciones que en él tienen lugar, no en balde se celebra la fiesta de los Quintos, con la tradicional noche de canciones dedicadas a las solteras de la localidad, y sin duda una de las fiestas con más arraigo en la localidad. Esto será la víspera de la Inmaculada, el sábado por la noche, pero este fin de semana nos depara muchas más cosas.   




Pero además es, desde hace unos años, la fecha elegida para celebrar el Alcublues. El viernes 6 a las 19 horas tendrá lugar el concierto correspondiente a la VIII Edición del Alcublues, dedicado este año al recuerdo de Vicente Moya Civera, "Suco". En el concierto participarán la Unión  Musical Alcublana, la Big Band de Xirivella y el grupo Folkifesta.





Por otro lado este fin de semana tendremos también la plantación de pimpollos promovida desde la Plataforma Alcublana para la Recuperación del Entorno para el día 6 a las 12:00 horas, una actividad abierta a todo el mundo pero especialmente dirigida a los escolares, para concienciarlos de la importancia que tiene cuidar el entorno.



Otros que dejarán notar su presencia este fin de semana serán la comisión de fiestas La Polseguera, con actividades para los días 6 y 7.
 ¡¡¡Todo el mundo a colaborar con los festeros del 2014!!!




Además de lo anterior ACLA ha organizado para el sábado una cita gastronómica para celebrar nuestra Segunda Jornada de la Olla de Alcublas, que culminará con la degustación de una olla alcublana de esas que te obligan a seguir en la mesa hasta que la caldera se vacía por completo, una cita que es posible gracias a la buena mano gastronómica de nuestra amiga Isabel,  y a la que invitamos a tod@s l@s soci@s de ACLA y a los amigos que lo deseen -previa confirmación de asistencia vía email o telefónica, para poder preveer el número de raciones a preparar-.


Además los socios aprovecharemos para preparar las próximas actividades y liquidar la lotería de Navidad, que por cierto os recordamos a tod@s que ESTE AÑO VA A TOCAR SEGURO, así que si todavía no tenéis vuestras papeletas daros prisa en adquirirlas en alguno de los locales colaboradores en Alcublas o Valencia.
Bueno, pues nada más, sólo decirte que 
¡¡te esperamos este fin de semana en Alcublas!!

¿GATOS Y RECICLAJE?

$
0
0


Probablemente al leer el título de este artículo te estarás haciendo eco de la pregunta que le da nombre, más que nada porque gatos y reciclaje son dos cosas que a priori no tienen nada que ver la una con la otra. Pero si además te digo que hablo del los gatos del Jardín Botánico de la Universitat de València, a lo mejor hasta empiezas a poner caras de extrañeza, porque dirás ¿Qué pintan unos gatos en un jardín botánico? 

Pues bueno, el Grupo de Voluntarios "Gatos del Jardín Botánico de Valencia" te lo explican muy bien:


Desde el Jardín Botánico os invitamos a formar parte de la Campaña de adopción de los gatos del Botánico, una iniciativa del Jardín y el Grupo de Voluntarios encargado de los felinos, para evitar su abandono y favorecer su acogida. Como museos vivos que son, los Jardines Botánicos son espacios dedicados al cultivo de colecciones de plantas que promueven la investigación botánica, la educación y el compromiso con la conservación de la biodiversidad. Pero además, se ha de tener en cuenta que son espacios ajardinados al aire libre donde los ciudadanos pueden disfrutar de su tiempo de ocio en contacto directo con la naturaleza.

Y es precisamente esa condición de museo abierto la que en ocasiones puede ocasionar problemas tan particulares y difíciles de gestionar como es el abandono de gatos por parte de particulares en nuestras instalaciones. A pesar de que el Jardín pueda parecer un lugar ideal para los felinos, la única realidad es que no deja de ser un abandono, es decir, un acto de maltrato animal que además está penado por la ley. Por otra parte, son mascotas que están acostumbradas al calor de un hogar y que no suelen adaptarse bien a este espacio abierto y húmedo.

¿Y como afecta esto a nuestras plantas? Aunque no sea de forma intencionada, los gatos interaccionan con las tareas de mantenimiento diario del jardín y hacen daño a las colecciones de plantas. Especies vegetales que también necesitan ser protegidas y que tienen finalidad divulgativa, de conservación y de investigación. Es por eso que el Botánico y el Grupo de Voluntarios de los Gatos del Jardín emprendieron en el 2009 la campaña No lo abandones, adopta uno!, no sólo para concienciar en contra del abandono sino para dar a conocer el Jardín como un espacio perfecto donde acudir a adoptar a uno de estos animales como compañía doméstica. Una campaña que este 2013 se renueva con esta nueva imagen y con más actividades para llegar al máximo número de interesados posible.

Una colonia muy dispar de gatos desparasitados, vacunados, y medicados, os espera en el Jardín para encontrar una casa de adopción. Y si no puedes ampliar la familia también puedes contribuir de forma solidaria al cuidado y mantenimiento de los gatos del Jardín participando en las diferentes actividades benéficas que el Grupo de Voluntarios organiza en el Botánico a lo largo de todo el año. Conciertos, mercadillos, monólogos y mucho más. Venga a que estás esperando! Anímate y colabora en nuestra campaña No lo abandones, adopta uno!
 

En el Blog Cosas de Gatos tienes más información sobre el trabajo de esta asociación de voluntari@s

http://www.cosasdegatos.es/videos-gatos/gatos-del-jardin-botanico












Y el fin de semana pasado celebraban su mercadillo anual para obtener fondos para cuidar de los animales y nos acercamos a visitarlos y a colaborar con la compra de alguno de sus objetos de artesanía inspirados en el mundo gatuno
 :-) 

Desde pastas, almohadas, peluches, llaveros, agendas, copas de vidrio decorado.... un montón de objetos realizados con mucho cariño y que además fueron muy bien acogidos por un público.









Y allí, junto al mercadillo y a los gatos que daban la bienvenida a los visitantes, estaban el umbráculo y el Antiguo edificio de investigadores del Jardín Botánico, en el cual había una curiosa exposición que enseguida nos llamó la atención.










Se trataba de la 5ª edición de REHOGAR, realizada por el colectivo MAKEA TU VIDA y que en palabras de ellos mismos es "Una exposición pensada para difundir la cultura de la Reutilización, mostrando maneras de hacer muebles y de ver el residuo como materia prima para buscar una nueva forma de crear nuestros propios diseños de una forma constructiva. Un diseño unido a la conciencia ecológica, que plantea soluciones a problemas cotidianos, recalcando que la sostenibilidad y el confort no tienen porque estar disociados. Una invitación para que el visitante tome nota para repensar el diseño de su hogar y el de su forma de vida a través de ejemplos, atreviéndose a experimentar con aquello que encuentra."



















Y lo cierto es que la exposición no podía ser más sugerente, con objetos "encontrados" dentro de otros objetos ya usados y abandonados, y con los gatos como dueños y señores de todo el espacio, dentro y fuera del edificio, dando a los objetos un aire de serena realidad que difícilmente habrían tenido sin su intervención...
















Así que esto fue una mañana de gatos y reciclaje, una mañana en la que un espacio tan especial como es el Jardín botánico de la Universidad de Valencia nos permitió una sencilla reflexión acerca de la cotidianidad y acerca de los valores por los que regimos nuestras vidas, con demasiada frecuencia alejados de lo que realmente es importante.




TARDE DE JOTAS 2013: DE LO MEJOR DE LAS FIESTAS

$
0
0
TARDE DE JOTAS 2013: 
DE LO MEJOR DE LAS FIESTAS

Como todos los años, uno de los actos más esperados por tod@s es la tarde dedicada a las jotas que nos ofrece cada año el GRUPO DE JOTAS de Alcublas.


Desde ya hace algunos años en las Fiestas de Agosto hay una tarde dedicada a disfrutar de esta danza tradicional, además también nos ofrecen seguidillas y algún bolero.


Este grupo ha tenido una labor de recuperación de esta danza en Alcublas y de conseguir que cada vez más gente joven y niños vayan encontrando en este arte una buena forma de colaborar con las fiestas.


Además, junto a la canción y a la danza tenemos un despliegue de trajes tradicionales que dan un colorido maravilloso y una puesta en escena muy bella y cuidada en esta actuación, de manera que la plaza de San Agustín se queda pequeña para todo el público que acude.







Desde  este blog de ACLA queremos rendir un pequeño homenaje a todas las personas que, año tras año, con su esfuerzo y su cariño hacen posible este día tan emotivo, porque creemos que se merecen un reconocimiento público a su labor. Gracias. 

LEER ES UN PLACER: NUEVA ENTREGA DE RELATOS FINALISTAS

$
0
0
Bueno, pues de nuevo os traemos algunos buenos relatos de nuestro certamen de este año para relajarse el fin de semana.
¡Feliz lectura!




ALEJANDRÍA

Álvaro Morales Collazo



Ptolomeo Soter retiró la vista del ventanal que daba al gigantesco faro en el centro de la bahía. Había abierto los ojos hacía dos segundos, pero no lo sabía. Caminó con paso decidido los seis metros hasta el ventanal opuesto esquivando las cortinas de seda que el viento agitaba en un sereno vaivén. En su rostro se leía el desdén, el enojo apenas contenido. Cuando miró por el amplio ventanal abrió los ojos bien grande. Se asomó hasta el borde mismo del balcón exterior y vio la bulliciosa ciudad debajo con una expresión que por momentos parecía de ira, aunque en realidad fuera de asombro. Había aprendido hacía mucho, cuando comandaba las tropas que asaltaban Babilonia, que no debía demostrar asombro. Un hombre adorado como un dios no podía mostrar esas pasiones tan mortales. Miró a un lado y al otro, centró la vista y se refregó los ojos. Debajo suyo resaltaba el Mausoleo y más allá el tremendo Gimnasio, pero cuando miraba a su derecha no daba crédito a lo que veía.
Apenas vio la Biblioteca, con su techo acristalado, giró intempestivo como si lo que había visto le repugnara hasta lo insoportable. Pareció tomar aire para hablar, como si quisiera escupir una tormenta.
-¡Arquitectos! Llamen inmediatamente a mis arquitectos- gritó y nadie lo escuchó en el interminable palacio vacío- ¡Dioses! ¿Quién ha movido mi biblioteca? ¿Qué desastre natural, qué oscura magia o demencia me invade para ver tan trastocada mi ciudad? ¡Alejandro! ¿Qué han hecho con tu templo?
Y fue como si estuviera por romperse a llorar. Trastabilló y se tomó como pudo del velo que caía de uno de los pilares de la cama.
-¡Arquitectos!- gritó una vez más agitando el brazo libre- ¿Cómo es posible…
Y se congeló en seco. Toda la escena lo hizo. Permaneció con el brazo levantado y la boca abierta a medio camino de terminar la frase. El viento pareció dejar de soplar y la fuerza de gravedad anularse. Las cortinas flotaban inmóviles en el aire. El bullicio de la ciudad se apagó. El rugido del mar fue silenciado. Un aguilucho que había osado aproximarse a las alturas del palacio quedó petrificado a medio vuelo, como si colgara del cielo pendiendo de un hilo invisible. El inmenso y celeste cielo, apenas tamizado por alguna blanca esporádica nube desapareció al instante siguiente. En su lugar quedó una inmensidad de color verde. Dos rostros enormes miraban la ciudad como si los dioses se hubieran apersonado ante el reclamo y las maldiciones del ilustre mandatario. Dos gigantes enormes que dominaban medio horizonte. Uno tenía el cabello rojo y la cara blanca plagada de pecas. El otro tenía una incipiente calvicie que contrastaba con su barbada cara. Ambos llevaban anteojos y sus rostros estaban serios, en gesto exagerado de profunda reflexión. Debajo del cuello, sobre la línea de las casas más bajas del barrio del Gimnasio, llevaban un membrete con enigmáticos mensajes sobre un uniforme azul oscuro. En el de uno decía: Prof. Lic. Eugene Dover, Realidad Virtual, Centro VRTaps; en el del otro: Lic. Edgar Harris, Imitación de Personalidades, Centro VRTaps.
-La recreación de Ptolomeo es genial, licenciado… Ha reaccionado como si se creyese real- dijo Dover sin sacar la vista del ventanal del palacio.
-Sí, ha sido un gran logro. Teníamos suficiente información para hacerlo. Es una pena no poder decir lo mismo de la Biblioteca- respondió Harris y sonó irónico.
Permanecieron unos segundos en silencio.
-Por lo menos ahora sabemos que ahí no estaba situada- pareció no inmutarse el profesor- Ahora la mejoraremos.
-Por supuesto- respondió el otro y ambos desaparecieron.
Al instante el cielo tomó de nuevo la tonalidad de un diáfano celeste, las escasas nubes retomaron su camino, y el viento volvió a soplar desde el mar.

                                *     *     *     *     *


   TARDE DE TOROS

     Serafín Martínez Marz


En un pueblo como el nuestro, tan cerca y al mismo tiempo tan lejos de la capital, donde se trabaja duro de sol a sol, pocas cosas van quedando de nuestros bisabuelos y abuelos: esos muros de piedra –muchos de ellos medio en ruinas-, que vemos en la mayoría de montes de nuestro término y algunos buenos recuerdos que merece la pena ir dejando escritos para que no se olviden y pierdan en el tiempo.
Llegaba el verano y con él quizás la faena más dura de todas, la siega y la trilla. Eran unos años de mucha necesidad, sobre todo económica, a consecuencia de todo lo que la nación acababa de pasar, y en Europa estaba muy reciente todavía el final de la Gran Guerra. Mi abuelo Antonio, hombre avanzado a su tiempo, cuando ya tenía la faena del campo bajo control y en manos de los hijos, siempre que podía se desplazaba a la ciudad para disfrutar de un merecido descanso, haciéndolo coincidir la mayoría de las veces con la Feria de Julio que se celebraba en la capital.
Podemos imaginarnos cuando un miércoles por la noche aparecía mi abuelo por la barbería:
- Qué Antonio, ¿bien arreglao y afeitao un miércoles?
- ¿Qué te vas de quedá a las Bodegas del Campo?
- Este lo que se nos va mañana es a la capital…
- Con la faena que tiene, ¿cómo se nos va a ir de viaje?
- Entonces, ¿a qué viene tanto arreglo?
- Lo habéis acertado -contestó mi abuelo a tanta pregunta de los parroquianos, con su correspondiente tono burlón y socarrón-, mañana me voy a la capital a pasar unos días de descanso y ver algo de lo que va sucediendo por allí. Cuando vuelva ya os contaré todas las novedades existentes.
En aquellos tiempos, no estaba al alcance de cualquiera el poder desplazarse a la ciudad, era casi un acontecimiento que se solía realizar en casos muy excepcionales, como por ejemplo un viaje de novios, una visita médica, alguna celebración muy  especial, realizar el servicio militar y pare usted de contar, vamos, que algunos de nuestros paisanos verían la capital en muy contadas ocasiones.
 Sería el año 1950 cuando mi abuelo se fue a pasar unos días a Valencia, a la ya mencionada feria. En esos viajes nunca quiso molestar a familiares, siempre se hospedaba en el Hotel Central, en la calle Ruzafa, regentado por una excelente y agradable familia formada por un pedralbino, una alcublana y sus hijos.
¡Vaya callecita que elegía mi abuelo para alojarse! De lo mejorcito de la capital, vamos, en el centro neurálgico, con sus buenas cafeterías haciendo esquina con la plaza del Ayuntamiento, como lo eran Balanzá y Lauria, los famosos Toneles, sus bajos comerciales de todo tipo, zapaterías, sastrerías, camiserías, estudios fotográficos, el Cine Serrano, el Teatro Eslava, el Teatro Ruzafa y muchos más que me dejo en el olvido.
En aquellos años por aquella calle pasaban casi todas las novedades y vicisitudes que iban aconteciendo diariamente por la ciudad, desde el pasacalle que solía realizar la banda de música que acudía a las corridas de toros del coso de la cercana calle Játiva, hasta el repartidor de hielo, el de la leche, el de los periódicos, y los jueves por la tarde, día de descanso de las chicas de servicio, aquello parecía un enjambre, por el alboroto y revuelo que esas jovencitas producían con sus idas y venidas por la mencionada vía, dándole un atractivo y colorido especial.
Era un hombre que sabía estar, entablando siempre amenas tertulias con los huéspedes del hotel, ganaderos, terratenientes o labradores como él. En las sobremesas, comentaban y charlaban sobre las inclemencias del tiempo, cómo había ido la cosecha de cereales, si la primavera había sido lluviosa, los arroceros de Sueca pensando en que no hubiesen demasiadas tormentas para sus arrozales, los ganaderos pensando en dónde realizar la trashumancia el próximo invierno, y los cosecheros de vino dialogando sobre las nuevas variedades de injertos que iban llegando de las distintas zonas francesas, para ver si se podrían plantar en sus respectivas comarcas.
Esa tarde de su llegada se fue a ver la corrida de toros, donde toreaban Julio Aparicio, Miguel Báez Litri y Dámaso Gómez, toros de la ganadería de Manuel González, y vaya si disfrutó, tres orejas y un rabo cortaron los matadores, -Vamos, este año sí que he disfrutado, no como el pasado que fue una corrida malísima. Así da gusto venir-. Estos comentarios se hacía mi abuelo, mientras los toreros iban dando la vuelta de honor al ruedo. También le llamaba mucho la atención, mirando hacia el tendido, la diferencia en el vestir con el pueblo, aquí una mayoría con su traje y sombrero, él con su blusa y gorra tal como solían ir los días de fiesta en la localidad: -¡Qué diferencias! ¿Cómo puede ser?
Como lo tenía todo tan cerca, dio una vuelta por los alrededores para tomarse un aperitivo en el bar los Caracoles y se marchó a cenar al hotel,  pues ya le había dicho su paisana que los menús se los haría ella a su gusto, que allí comería muy diferente al pueblo, le haría otros arroces, distintas ensaladas y verduras, sopas y sobre todo los postres, helados y diferentes clases de tartas y flanes.
Esa noche, sentados en los sillones que había en la salita del hotel repasaba, junto a su paisana, la dueña, recuerdos y vivencias de su pueblo, ella preguntando sobre ésta y la otra familia y qué novedades había de nuevo y bueno por allí y él dando respuestas de todo lo que sabía sobre los diferentes temas. Para aquella familia tener un huésped de su pueblo era motivo para estar contentos y de paso saber algo de la vida de sus paisanos, pues por su negocio no podían visitar como a ellos les gustaría su querido pueblo.
La mañana siguiente la dedicaba a darse una vuelta por los pabellones de la feria, sobretodo para ver las últimas novedades agrícolas y por la tarde a realizar alguna compra por las librerías para llevarse lectura que pudiera ser interesante. Pero ese año llevaba un encargo muy especial de mi abuela Magdalena:
 - Me tienes que traer una imagen de San Antonico de Paula para colocarla encima de la cómoda de la habitación, me hace mucha ilusión.
Y allí que te ves a mi abuelo preguntando por el citado santo en las diferentes tiendas de imágenes que había por las cercanías de la Plaza de la Virgen.
-¡Pero será posible! -se decía para sí-, ¡Quién te ha visto y quién te ve Antonio!¡Buscando un santo!
Pero vaya que lo compró, y bien chulo y hermoso que lo encontró. Después, a sacar la entrada para la función de la noche en el Teatro Ruzafa, donde ese año la compañía Colsada tenía puesta en cartel “Paká y Payá“, una revista bastante completa y divertida con la vedette Maruja Tomás.
El último día se lo reservaba para dar una vuelta por el Mercado Central, realizar alguna compra y aprovisionarse de simientes para su huerto, así como comprar en alguna de las ferreterías y cordelerías de la calle Danzas alguna herramienta, tomarse un poleo en el Cafetín y sacar el billete para el regreso. Y ya por la tarde, con su San Antonico debajo del brazo, de nuevo salida por las puertas de los Serranos para ir en busca del trenet y vuelta al pueblo desde Lliria con la chelvana, haciendo la consabida parada en Casinos a comprar las famosas peladillas.

                              *     *     *     *     *


   LA MANCHA DE COLOR VERDE

                                              Paula Puig Collado


Una niña llamada Roseta vivía sola en una cabaña del bosque. Como no tenía dinero para comprar comida tenía que ir a buscarla. Al salir de su casa, Roseta, tenía mucho frío y volvió corriendo a ponerse su camiseta preferida y se dijo: “Ya estoy lista para irme”. Por el camino se encontró un manzano lleno de manzanas y cerca de él un peral lleno de peras. Como ya era demasiado tarde Roseta decidió irse a casa a descansar. Al día siguiente, nada más levantarse, se lavó la cara y se peinó. Al salir de su casa se encontró con una niña que no tenía amigas, así que le preguntó:
-¿Qué te pasa?
La niña contestó:
-Que no tengo amigas
Roseta le respondió:
-¡Anda, yo tampoco! Si quieres podemos ser las mejores amigas. ¿Te parece bien?
-Vale- respondió la niña.
-Pues mañana vienes a mi casa a las cinco de la tarde- le propuso Roseta.
-Vale, allí estaré- afirmó la niña.
Roseta se fue a casa corriendo y muy emocionada para prepararlo todo. Hizo un delicioso pastel, puso la mesa con muchos decorativos. Colocó refrescos, dos vasos, servilletas etc.
 Por fin fue la hora y su amiga llegó y dijo:
-¡UUUaaauuuuu….! Que chulo está todo y que bien preparado.
Roseta dijo:
-Muchísimas gracias. Anda, siéntate en la mesa y come pastel.
La niña relamiéndose dijo:
-Qué bueno está todo. ¿Tienes algo de música?
Roseta respondió:
-Si enseguida pongo música, pero primero me voy a poner mi ropa preferida.
Al bajar las escaleras la niña vio que tenía una mancha verde y se lo dijo.
Roseta exclamó:
-¡No puede ser!
Rápidamente fue a lavarla con jabón. Insistía pero no se iba. Hasta que su amiga dijo:
-Anda, si es un bichito que hace luz. No pasa nada.
Roseta suspiró:
-¡Ufff…, menos mal, que alivio!
Y las dos niñas se rieron un montón.



LOTERÍA DE NAVIDAD DE ACLA: PROYECTOS PARA EL FUTURO

$
0
0

Como todos los años por estas fechas, ya estamos los pesados de la Lotería. Solamente hacemos para el sorteo de Navidad, sabemos como están las arcas y huchas, pero es, aparte de las cuotas, con lo que nos vamos defendiendo para ir pagando local, revistas, pintura, brochas, etc.

Siempre esperamos vuestra colaboración desinteresada, es lo único que pedimos para poder seguir con nuestros proyectos culturales, ya sean exposiciones, recuperar sendas, caleras, ventisqueros,  presentaciones de libros y todo aquello que podamos hacer por mantener el Patrimonio que nos han dejado nuestros antepasados.
 
Como novedad, la ACLA se compromete a que si toca un buen pellizco, las papeletas que juegue la Asociación serán destinadas a realizar un proyecto cultural que resulte interesante para Alcublas.
                    
Se podrá adquirir en comercios y bares de la localidad, así como solicitarla a cualquier componente de la Asociación.
                    
Gracias por colaborar y que la suerte nos acompañe.
 

MUSICALERíAS. NOCHE DE BAILABLES EN TUÉJAR

$
0
0


MUSICALERIAS. NOCHE  DE  BAILABLES EN TUÉJAR
9 de Agosto del 2013 en el frontón municipal de Tuéjar.


         Cuando aparezco por el pueblo (Tuéjar), comenzamos a planificar y ver todo aquello que podemos ir realizando durante el próximo curso académico, pero me doy cuenta que tienen mucho interés en contarme lo que es la noche de los bailables. Para ellos (los músicos), es una noche especial, les encanta y disfrutan con esa música, lo viven, es algo más que un concierto. Lo comento ahora que ya llevo dos noches de bailables junto a ellos.
         Se preocupan por todo, desde elegir el repertorio, que no falte de nada en el local, para ello ya desde primeras horas de la mañana, se juntan para ir llevando todo el material, sillas, mesas, neveras, bebida, atriles, instrumental y la salida al monte a recoger las hierbas aromáticas para esparcirlas por todo el recinto del frontón.
         Por descontado que las encargadas en la decoración y vestuario, no paran de darle vueltas al tema, intentando realizar alguna novedad respecto al año anterior. Así como toda la junta no para de hacer viajes con todo aquello que les van diciendo hace falta para que el evento sea todo un éxito. Que si el hielo, manteles, vasos, frutos secos, vamos, que se lo curran un montón todos.


         Tengo que decir que cuando tú ves todo aquello, al final también te ilusionas y lo vives como uno más de ellos, queriendo contribuir a que la parte musical salga lo más digna posible. El día anterior me acompañó al ensayo un paisano y amigo que sabía y había escuchado más de esa música que yo. Durante el viaje me comentaba como eran las actuaciones de las orquestas de Xavier Cugat, la manera y forma de interpretar la música de Ernesto Lecuona, cómo había sabido mezclar la música Afrocubana, pero sobre todo la Latinoamericana, también me decía que los Mambos del cubano Pérez Prado no los había superado nadie, con esa manera tan peculiar de interpretarlos. Solamente deciros que fue tanto el éxito de esta música, que el compositor Pérez Prado de tanto que componía ya no les ponía ni título, de ahí el Mambo nº 5, Mambo nº 8 y otros muchos que se quedan en el tintero.
          Mi compañero de viaje escuchó el ensayo, por cortesía lo presenté a los músicos diciéndoles que era un entendido en esa música, la verdad así era, pero ellos se quedaron un poco con la mosca tras la oreja. Ya de regreso, me comentó que para ser músicos amaters, con lo difícil que era meterse e interpretar esa música, no lo hacían del todo mal, le ponían ganas, ilusión y entusiasmo por querer hacerlo bien, y eso ya decía mucho en su favor.


          Se va acercando la hora y ya van acudiendo los músicos para cenar todos juntos, como para ir calentando motores y preparando la coreografía  y afinar los instrumentos. Se van animando entre ellos:
                                    - Va, que esta noche esto se llena.
                                    - Seguro, esperemos se lo pasen bien.
                                    - Claro, con lo bailarines que son la mayoría.
                               -Bueno, nosotros también vamos a intentar pasarlo bien.
          Estos y otros comentarios los realizaban los músicos, mientras ya se preparaban para hacer su entrada y ocupar el escenario preparado para la ocasión.
         Deciros que comenzamos la actuación con los acordes del musical “Cabaret”, y la terminamos con el popular “Valencia” del maestro Padilla, pero la velada tuvo de todo un poco, Pasodobles, Cha cha chás, Boleros, Rumbas, y Marchas Moras. Vamos, era como recordar una de aquellas veladas de los años sesenta en la plaza del pueblo, cuando aquellas orquestas nos traían las novedades musicales de la época, pero esa noche era la banda del pueblo la que nos lo ofrecía, y eso tenía más mérito.

        Sinceramente pienso que la velada estuvo genial, por supuesto que estamos para mejorar y lo seguiremos intentando, pero el ver como se levantaban los músicos al solear, la manera que imitaban a las orquestas americanas en sus movimientos y piruetas, es para enmarcarlo y guardarlo en la memoria, y desde aquí, dar las gracias a todos y todas que participaron, para que todos los asistentes pasasen una “Noche de Bailables Inolvidable”.
        Siempre recordaré y aplaudiré la ilusión de esos músicos, que sin importarles perder horas de sueño, viajes al pueblo desde la capital, dejar a sus amigos y familias, intentan superarse y hacerlo lo mejor que saben. Gracias y que los Bailables continúen y no paren en Tuéjar.   
  
                                                                                                El Maestro.
                                                                                     Serafín   Martínez  Marz.

LEER ES UN PLACER: NUEVA ENTREGA DE RELATOS 2013

$
0
0


CANCERBERO

Marcos Pérez Hernández


Creo que puedo desempeñar perfectamente el puesto. Experiencia no me falta, se lo aseguro. Ahí tiene mi currículum vitae, en negrita vienen remarcados los sitios por los que he pasado, con buenas referencias, por supuesto. Pregunte, si quiere. Me pondré al día enseguida. Aunque no lo parezca soy bastante espabilado. Unas cuantas explicaciones y consejos me bastan para quedarme al tanto. Siempre he sido portero. El destino de cada uno, supongo. Nadie quería ponerse a puerta cuando jugábamos a fútbol de niños. Preferían asfixiarse como estúpidos corriendo detrás del balón. Yo optaba inteligentemente porque fuera la pelota la que viniera a mí. Y no por vagancia sino por pura economía energética. Casi por lógica. Además siempre he sido algo rellenito y el puesto de portero estaba vacante. Decían con sorna que yo tapaba más hueco. Aprendí a despejar de puños en los córner y parar disparos desde todas las trayectorias posibles. Flaqueaba algo en las salidas debido a mi sobrepeso y consiguiente lentitud, pero me sabía adornar con espectaculares palomitas que dejaban boquiabiertos hasta a los rivales. Los estudios los descuidé bastante por el fútbol. Estuve en varios equipos en los pueblos aledaños al mío hasta los diecisiete años. Nunca pude dar el paso a la profesionalidad. Empecé a tropezarme con compañeros que me quitaban el puesto y me relegaban al banquillo sin remedio. Eran más ágiles y atléticos, lo reconozco. Así que abandoné el fútbol en una edad precoz y me apunté al paro, dando por sentado que ya era tarde para retomar los estudios tras varios cursos repetidos y la aureola de fracasado académico. Cuando el apático funcionario me preguntó de qué quería trabajar le respondí en broma que había sido portero, que quizás el Madrid o el Barsa requerirían mis servicios por una módica cantidad. Ni siquiera esbozó un asomo de sonrisa de complicidad y se lo tomó al pie de la letra. Literal. Profesión: portero.

Por eso le digo, no le miento. El destino, lo que está para uno. En fin, me llamaron desde un hospital. Allí en la puerta de entrada veía con desconsuelo a las novias, esposas, hermanas o hijas de los pacientes pasar sin casi mirarme. Como si fuera un adorno navideño desfasado de la puerta o parte del aluminio que la conformaba. Controlador de accesos es el término adecuado. Todo el santo día de pie detrás de los cristales de las puertas. Las varices de mis piernas se resintieron, pero estaba bien remunerado. Mis padres estaban contentísimos. Incluso iban a visitar a familiares y amigos asiduamente nada más que por verme en la puerta pidiendo los pases con aire de autoridad. Luego me traían a casa de vuelta y así evitaba la cola en la parada del autobús. Fueron unos buenos años. Hasta que tuve la mala suerte de que convocaron oposiciones al puesto y un enclenque primo lejano del subdirector sacó la mayor puntuación. Sí, casualidad sospechosa cuando menos, tiene usted razón.

Me vi otra vez delante del funcionario desapasionado de gafitas de moldura metálica y pulcras manos blanquecinas que tecleaban confiadas en el ordenador la palabra portero. Me enviaron a un colegio privado donde tras una minuciosa entrevista por parte del director fui aceptado a prueba con algunas reticencias. De subalterno, la misma palabra lo dice. Allí era el último gato. Una especie de multifunción para la que no estaba concienciado. No sólo estaba a cargo de la puerta, sino también de la condenada fotocopiadora, que se trababa continuamente y había que andar manoseando el tóner de polvos negruzcos y las bandejas inmaculadas del din a cuatro. También me encomendaron funciones de vigilante en pasillos y jardines atestados de niños bien, propensos a hacer toda clase de diabluras y sacarme de mis casillas. Me llamaban gordinflón desde las ventanas con total desparpajo sin que se notase un ademán corrector por parte de los profesores. El colmo fue cuando el director y dueño criticó mi falta de habilidad para desatascar los baños y me indicó imperativamente, es decir, me ordenó, que le ayudara al jardinero en la poda de árboles. Hasta ahí llegó mi paciencia. Uno también tiene su orgullo.

Usted perdone que le dé la lata contándole mi vida anodina. Es que estoy muy interesado en optar al puesto y quiero demostrarle que experiencia no me falta. Después estuve unos años un tanto deprimido. No me salía nada y agoté las prestaciones por desempleo que el gafitas me arregló con su habitual desidia. En casa mamá no hacía más que suspirar y papá rezongaba en mi contra la palabra gandul y otros sinónimos. Normal, no podían estar manteniéndome toda la vida. Así que acepté el puesto de portero de discoteca. Ya he mencionado que siempre he tenido una corpulencia esplendorosa que más bien me había condicionado negativamente, pero que en esa ocasión fue la que me brindó la oportunidad. Mi trabajo consistía en evitar que se colaran los listillos sin pagar la entrada y también impedir el paso a individuos con pintas desarregladas o conflictivas. La discoteca quería mantener unas ínfulas de cierta elevación social. Así que nada de zapatillas ni camisetas de mangas recortadas. Sólo pijitos engominados y niñitas de papá. Siempre he sido pacífico y abierto al diálogo, lo ha podido observar en el rato que llevamos conversando. No llevaba ni una semana en la puerta, empezando a acostumbrarme a ese horario de nocturnidad obligada. Un grupito de jovencitos con la cabeza al cero y ropa paramilitar se empeñó en acceder al recinto. Con buenas palabras los conminé a que siguieran su camino, que allí se exigían otros atuendos y calzado, que fueran a casa a cambiarse y podrían entrar sin problema. Pero la gente ya no está por dialogar. Se lanzaron sobre mí como energúmenos golpeándome con cadenas, puños metálicos y bates de béisbol. Apenas pude defenderme. Me tiraron en el asfalto y allí pude probar el sabor de la goma y el cuero de sus botas betunadas de negro. Perdí el conocimiento y lo siguiente que recuerdo es la alternancia irritante de las luces de la ambulancia que me cegaba los ojos inflamados. Atiné a reconocer al primito enclenque que soñoliento y bostezando ayudó a trasladar la camilla hacia el interior. Maliciosamente me alegré que lo hubieran relegado al turno de noche. Después ví encima de mí a los médicos con mascarillas y miradas de preocupación como si estuvieran observando un abismo insondable.

No recuerdo que me dieran el alta del hospital, ni nada de mi estancia allí. También ignoro si mis padres establecieron un régimen de visitas tan escrupuloso como antaño cuando yo era quien les flanqueaba el paso. Debí sufrir algún tipo de amnesia que espero no me haya dejado secuelas. Como verá soy totalmente sincero con usted. Ahora me siento perfectamente. Un tanto desubicado, eso sí. Pero ya me acostumbraré a mi nueva situación. Me lo encuentro a usted en la puerta con la edad que debe de tener. Debería informarse, estoy seguro de que hace años que debió solicitar la jubilación. Por eso le digo que yo estoy dispuesto a sustituirlo. El puesto me viene que ni pintado y en verdad que me hace falta para no sentirme inútil. Creo que su jefe, sea quien sea, debe estar estafándolo al no permitirle retirarse y cobrar su pensión. En todos sitios nos encontramos con empresarios explotadores que les sacan hasta la última gota de rendimiento a sus trabajadores. Se merece usted un descanso después de tantos años de honrado servicio. Yo me haré cargo de las llaves. Nada más explíqueme cuales son los criterios y requisitos indispensables para dejar pasar al recinto. No será tan complicado de aprender. Seré inflexible como un cancerbero, se lo juro por Dios, don Pedro. Ande deme las llaves y pase usted dentro a descansar, que ya es hora, buen hombre. Que ya no está usted para estos trotes, don Pedro. Hágame caso y quédese tranquilo, que seguro que su jefe lo entenderá y le parecerá bien. Sea razonable, después ya arreglaremos las condiciones contractuales. Eso es lo de menos. Ya le digo, que tengo mano de santo para esto de la portería, don Pedro. Ande, suelte las llaves y vaya a descansar, hombre de Dios.
                                                     
                                           *     *     *     *     * 
 

BATALLITAS Y OTRAS COSAS

Vicente Mañes Navarro


Alcublas, calle de San Antonio, fuente de San Isidro, conocida como la fuente “de la rueda”, un día cualquiera de agosto de aquellos años 80.

Primera hora de la mañana. Como todos los días, después de desayunar salgo a fumar a la calle. Ahí están el tío Rafael “el toro”, mi abuelo Vicentico y dos abuelos más  que no me acuerdo de sus nombres, bueno a uno le llaman “el francés”. A la misma par que yo, mi abuelo Vicente que sale de su casa.

-Buenos días chiquillo.
-Buenos días abuelo, que ¿preparado ya para pelar a Rafael?-, digo alzando la voz.
-Buenos días, NO, NO VENDRÁS DEMONIO-, me replica Rafael a voz en grito.

Esta primera hora es la mejor para disfrutar preguntando sobre temas de la guerra, de los maquis, etc., aunque si no estuviera mi abuelo mejor, a él no le gustan nada estos temas.

 A partir de las 10,30 es cuando empiezan a llegar los abuelos con sus sillas al hombro, van tomando posiciones alrededor de la vieja mesa, una mesa bajita y desvencijada con un tapete de PVC, obra maestra de mi padre. Hay que decir que Rafael y algún otro abuelo más atrevido, se ponen ansiosos cuando ven a mi padre y les dice de jugar una partida al copo o se pone él de banca en el cinquillo, entonces las apuestas suben, pasamos de la peseta al duro… Bueno, volvamos a “tomando posiciones”: los jugadores alrededor de la mesa y los mirones detrás. Entonces empieza el jaleo o la partida, los otros o bien van comentando la partida, a la par que cachondeándose de los que pierden, o bien hablando de sus cosas. Algunas veces la cosa sube de tono, con lo que alguno coge su silla antes de hora y se vuelve a casa, por alguna jugada o por una discusión, y así pasan la mañana hasta la hora del rancho, sillas al hombro y a casa, allí les espera la mujer, la hija o la nuera; también hay alguno que a mediodía deja su silla en la entrada de la casa del tío Rafael: entonces el susodicho regresa a la tarde.

El tío Rafael era el gran jefe de esta colla de abueletes, un personaje muy listo, recio, de tez morena, buena persona, que las pasó canutas en la vida, pero él la entendía con socarronería, se puede decir que este fue el primer club del jubilata de Alcublas.

A mi me gustaba esa primera hora, donde estaban los abuelos más cercanos y conocidos, a los cuales no les importaba contarte sus historias. Todavía recuerdo la de “el Francés”, un personaje que había vivido en Francia desde que terminó la guerra y que había hecho cierta fortuna, un personaje que no había vuelto a España hasta hacía dos años, amiguetede niñez de Rafael. También me acuerdo del relato que me hizo de la toma de Teruel:

“¡Ay chiquillo, las navidades del 37 no las he olvidado en mi vida! La mayor ofensiva de la República en ese momento, había que evitar que los fascistas tomaran Madrid y para colmo teníamos visita, si allí estaban el Presidente Prieto, el general Rojo, hasta personajes famosos como Hemingway… Si, chiquillo, allí estaban y con todo el frío, nieve, viento…, un frío del carajo con más de 20º bajo cero, solíamos disparar nuestro naranjero para calentarnos las manos con su cañón.

Si chiquillo ahí estaba La Muela, se resistió pero la tomamos, los fascistas no esperaban nuestro ataque, aunque también estaban más pendientes de Madrid.

Ra-ta-ta-ta, tableteaban las ametralladoras rusas, silban por encima de nuestras cabezas los obuses, los pitos de los comisarios suenan a nuestras espaldas, salimos corriendo desde nuestras posiciones con gran esfuerzo, el aire frío entra en nuestros pulmones como finas agujas, corriendo pesadamente entre la nieve y el viento,  hay que salvar el culo, hay que tomar la Muela, no tenía turno para una bala fascista.

Los días van pasando, el frío no cesa, hasta tal punto que el compañero que creías que estaba dormido, je, estaba muerto de frío, me atrevería a decir que hubo mas muertos de frío que de guerra. Hey, en los dos bandos, no creas, que los otros también las pasaron mal, total todavía sufriríamos más: sobre el 21 de diciembre se entró en Teruel y la capital fue muy sufrida, Teruel se tomo calle a calle, casa a casa, había órdenes de ir con cuidado con los civiles de salvarlos y eso llevó a situaciones muy tensas, ten en cuenta que no había luz y que todo estaba en ruinas, machacado por los morteros y obuses. Te metías en una casa y oías el respirar de gente, con la bayoneta en la mano, un grito, ostia son fascistas, ruidos metálicos, plapla, fogonazos de pistola, gritos, lloros, notabas un liquido caliente en tu cara, pegajoso, sangre, no sabias de quién, hubo una calle muy difícil de pasar, cuatro compañeros cayeron en el mismo sitio, bien parapetados allí estaba una ametralladora cortándonos el pasos, oímos unos chirridos de cadenas, a través del humo los distinguimos, son dos T-26, llega a la esquina de la calle, el primero se percata de nuestra situación , del obstáculo que no nos deja avanzar, se para apunta y los de la ametralladora se van a la mierda junto con su arma.

Corro cuanto puedo, La nieve y el aire helado me provocan un agotamiento, pero quiero vivir, necesito vivir, adoro vivir.

Booom retumba una granada, nieve, piedras, sangre, gritos, lloros… Silencio nooooooooooooooooo…”.Grita. Por su mejilla cae una lágrima.

Mi abuelo, levantándose alterado:
 – Vete Vicente, ya está bien, ya hablaremos luego.

                                                            *     *     *     *     *

EL NIÑO AVENTURERO

Jorge Calomarde Herrero


Erase una vez un niño llamado Ernesto que era alto, moreno, airoso, aventurero e inteligente. Un día estaba viendo un programa de aventuras y le entraron muchas ganas de ir a la selva a pasar una aventura. Fue a su habitación a vestirse y coger una cantimplora, un mechero, un repelente de insectos, crema solar, un sombrero y unas gafas de sol.
Ernesto fue al aeropuerto a comprar un billete para América del Sur. El viaje se hizo muy largo por que estaba muy nervioso,  ya que no había volado nunca. Pero cuando se durmió se le pasó muy rápido. Al llegar a la ciudad se perdió por las calles. Encontró un bar y le preguntó al camarero que por donde estaba la selva. Le contestó que en esa zona no había.
Ernesto fue parando coches en la carretera para ver si alguien le podía llevar a su destino. Un autobús paró y el conductor le preguntó que a donde iba y él le respondió que a la selva. Después de un largo viaje llegó a un zoo que parecía una selva y el niño explicó al conductor que lo que quería es ir a la selva del  Amazonas. El conductor le respondió que solo podía llegar hasta aquí.
Ernesto continuó caminando y después de muchas horas llegó a su destino. Se adentró en la selva y se bañó en un lago. Entonces vio algo que se movía  y tiró una piedra para ver qué era. ¡Era un cocodrilo! Y salió corriendo. El niño se fabricó una lanza para pescar y coger frutos de los árboles. Pescó un salmón, cogió un coco y catorce plátanos. Después de comérselos se puso a hacer una hoguera y se echó a dormir. Ernesto escuchó crujir unas ramas y de repente un hombre de aspecto primitivo lo cogió y le preguntó qué hacía allí. Ernesto le respondió que buscando una aventura pero que ya estaba cansado y quería volver a su casa. El nativo le dijo que le ayudaría. Lo sacó de la selva y lo llevó al aeropuerto y Ernesto le dio las gracias por todo.
Al llegar a casa su madre se enfadó y le prohibió salir.


Presentación libro"Vall de Crist, Altura y Alcublas. Concordias y acuerdos con Valencia, Segorbe y Liria (1403-1431)

$
0
0
Hoy os traemos una noticia que nos ha hecho llegar desde Segorbe nuestro amigo José Angel Planillo, sobre la publicación de un interesante libro que se presentará el próximo sábado por la tarde en Segorbe y que contribuirá a que conozcamos algo más sobre la historia de Alcublas y su relación con Vall de Crist y Altura, una relación que se olvida con mucha frecuencia, pero que marcó la evolución de la localidad durante siglos.

A continuación os copiamos parte de la información que sobre el libro y su presentación nos da José A. Planillo en su blog "Vive el alto Palancia", en el que aparece más información y cuyo enlace os copiamos: 
Más información:



"El próximo sábado, 14 de diciembre de 2013, a las 19:30 horas, el salón de actos de la Mutua Segorbina acogerá la presentación del libro "Vall de Crist, Altura y Alcublas. Concordias y acuerdos con Valencia, Segorbe y Liria (1403-1431)" de Joaquín Aparici Martí, investigador y profesor de la Universitat Jaume I, de Castellón.

El profesor Aparici, autor de numerosos trabajos ya publicados sobre la comarca del Alto Palancia, trata en este libro las concordias suscritas entre la Cartuja de Vall de Crist y sus vasallos de Altura y Alcublas con las ciudades de Valencia y Segorbe y la villa de Liria durante el primer tercio del siglo XV, periodo este que no permite ampliar visiones a los grandes acontecimientos que rodearon a Vall de Crist en aquellos años.
El libro ha sido editado por el Instituto de Cultura del Alto Palancia, la Fundación Mutua Segorbina y la Asociación Cultural Cartuja de Vall de Crist, que nuevamente han colaborado conjuntamente para publicar las investigaciones relativas a la comarca del Alto Palancia, y en concreto vinculadas al monasterio alturano.
--
Jose Ángel Planillo Portolés
-Técnico Superior de Información y Comercialización Turística-
-Guía de Turismo y Cultural del Alto Palancia y Sagunto-
677 06 29 20

ALCUBLAS, 1924. CRONICAS DE UN PUEBLO.

$
0
0
ALCUBLAS, 1924. CRONICAS DE UN PUEBLO.

Por Francisco Teruel Navarrete



     
          Una visita a cualquier hemeroteca valenciana  puede convertirse en un regalo para nuestros ojos al encontrar reportajes periodísticos tan prosaicos como este que Manuel González Martí dedicó a Alcublas en 1924 y que apareció en el diario valenciano Las Provincias. Manuel González Martí sería años más tarde el fundador del Museo Nacional de Cerámica que está ubicado actualmente en el valenciano Palacio del Marqués de Dos Aguas. Pero en aquel año de 1924 González Martí era un estudioso del arte valenciano y don Miguel Primo de Rivera regía los destinos de España bajo la atenta mirada del consentido Alfonso XIII, el conflicto de Marruecos aún se hacía de sufrir y el pistolerismo hacía tristemente famosas las calles de Barcelona. Manuel González Martí era por aquel entonces un erudito del arte valenciano que sentía adoración por el pintor Juan Ribalta y que perseguía cualquier rastro del trabajo de este pintor. Siguiendo aquel rastro apareció un día con su coche en Alcublas, junto con su amigo el fotógrafo José María Cabedo.  Aquel día hicieron noche en Alcublas para proseguir a la mañana siguiente su viaje, esta vez en macho, hacia Andilla en busca de Ribalta. Sin embargo, durante aquella visita a Alcublas fueron testigos mudos de un entierro que más tarde, Manuel González Martí se encargó de referir en el mencionado artículo periodístico. Lo que sigue es un extracto de aquel artículo de 1924; una fotografía en movimiento de un pueblo que acababa de despertar al siglo XX pero que continuaba con tradiciones barrocas que le conectaban con oscurantismos medievales. Espero que lo disfruten igual que lo disfruté yo.

(Las Provincias, p.10. Jueves 30 de octubre de 1924)
Formando el catálogo artístico de la Provincia de Valencia.
por Manuel González Martí

ANDILLA Y SUS ALDEAS
I
Caminal a luna llena.

            …y descendimos del automóvil en Alcublas a la caída de una tarde septembrina, fresca, con olor de tierra mojada por recientes chubascos cuyas huellas se veían en la llanura alta, fría, en que se asienta la villa.

            Formábamos la diminuta comitiva expedicionaria, José María Cabedo, artista fotógrafo, avezado a estas andanzas, y el que esto escribe, guiado por uno de los altos fines a que le obliga el cargo de delegado regio de Bellas Artes.

            Pusiéronse a aparejarnos las caballerías, y los serones que se colocaron sobre sus lomos se llenaban de bártulos, cuatro máquinas fotográficas, trípodes, aparatos para las explosiones de magnesio y otros útiles de uso imprevisto y de necesidad momentánea en el objetivo principal de la excursión: la obtención de unas buenas fotografías de los lienzos de Ribalta existentes en la iglesia de Andilla.

            Aprovechamos estos momentos para dar un paseo por el pueblo y saludar a nuestros antiguos amigos, el alcalde, don José Cerverón, y los médicos don José Soriano y don José Albalat, este último hijo de Alcublas.


            En nuestro deambular tropezamos con el acompañamiento para un entierro, que invade una estrecha calle sumida en la violácea luz del crepúsculo, todavía bañados los aleros de las casas por los dorados rayos del sol poniente; espera el momento de conducir el cadáver al Camposanto.

            –– ¿Le mató usted?–– decimos bromeando al señor Soriano
      –– No me remuerde la conciencia–– contesta el doctor–– era un viejo muy viejo, que ha muerto porque necesariamente había de cumplir el tributo que todos debemos a la tierra.

            De tiempo en tiempo, salen de la casa rítmicos y pausados gemidos, que duran unos instantes, mientras la concurrencia guarda un silencio rotundo; parece que aquellos gemidos cadenciosos obedezcan a una práctica inmemorial que aún perdura, reminiscencias de les ploraoresde alquiler de antiguas edades.

            Se pone en marcha el cortejo numeroso; en él figura casi todo el pueblo; ellas con sus mantillas de seda orladas de terciopelo; ellos con largas capas ––los ringlots valencianos–– que arrastraban por el suelo; silenciosos pasan por nuestro lado; también contemplan el entierro unos oficiales del sexto de Artillería, que vinieron a ultimar los preparativos para alojar el regimiento que llega mañana.

            Ya están a punto los mulos; del ronzal los llevamos hasta la salida del pueblo, y junto a una caseta del típico Calvario cabalgamos; tendemos la mano a nuestros cariñosos amigos y emprendemos el camino sierra adentro.

Nuestra mirada acucia el paisaje: detrás hacia Levante, quedó Alcublas, y tras ella, el Alto Cerro, con molinos de viento derruidos en sus laderas y restos de fortalezas en las cumbres, en donde se encuentran tiestos antiguos; hacia el Mediodía, en la partida de los Casales, está el llano de las Hoyas Civeras; el barranco de San Antonio, con el cerro Pedroso, adornado con un castillejo en cada cumbre.

Las estrellas titilean, la luna llena alumbra con refracción poderosa y se advierten admirablemente todos los accidentes orográficos del terreno.

Ya dejamos a nuestra derecha la ruinosa y casi olvidada ermita de San Sebastián, que hoy la piedad no se cuida tanto como antaño en alabar a Dios y sus hijos predilectos; como entonces, cuando la amenaza de excomunión escalofriaba el cuerpo, deteniendo toda mala intención, y amedrentaba, abatiendo la más decidida voluntad; más debajo de ella, está la fuente de la Salud, preferida por sus aguas de excelente potabilidad; ya pasamos por la capillita de San Sebastián; aquí sí que la piedad se ha preocupado de librar los azulejos de la mano inquieta de los muchachos, tupida reja apenas deja ver en su interior.

Al levantar la mirada hacia aquello que en el horizonte más cerca de nosotros se halla, vemos a nuestra izquierda (poniente) unos montes llamados Las Umbrías: allí se encuentran la inexplorada cueva de Carau; más abajo los Terrericos pardos; y más lejos el puntal de Herrándiz o cerro del Campillo, en donde existen restos de fortificaciones seguramente prerromanas; junto a él, y a pesar de la luminosidad de la noche, que todo lo domina, parpadean lejos las luces del Villar.


A nuestra derecha se alza la Peña Ramino, con restos de edificaciones en sus laderas altas y un aljibe; más abajo, la balsa llamada Clocha Tronil, y toda la partida recibe el nombre de Caña quemá; con el monte Linares y el monte Turcaz. Nombres extraños en esta nomenclatura, derrumbados y maltrechos de las voces originarias, como acontece a los restos edificados a que puedan referirse.

OPINIÓN: ELS PAISATGES DEL VI VALENCIÀ I EL DESENVOLUPAMENT LOCAL. LES TERRES DELS ALFORINS.

$
0
0


ELS  PAISATGES  DEL  VI  VALENCIÀ  I  EL  DESENVOLUPAMENT  LOCAL. 
LES TERRES DELS ALFORINS
Valencia, 2  de diciembre de  2013.
CENTRE   CULTURAL  LA  NAU

Desde hace un tiempo siempre que puedo, suelo acudir a todas las jornadas y eventos que se organizan desde la Universidad de Valencia, ya sean sobre medio ambiente, culturales, de desarrollo y turismo rural de interior, etc.
Para esta ocasión el Vicerrectorado de Participación y Proyección Territorial, contó con la colaboración de IMELSA (Diputación de Valencia). La iniciativa consistía en dar a conocer las posibilidades de desarrollo local derivadas del interesante paisaje agroforestal  de las Tierras dels Alforins, formadas por los municipios de Moixent, La Font de la Figuera y Fontanars dels Alforins.
Estos pueblos del interior de Valencia tienen unas condiciones extraordinarias para la producción vitivinícola, acompañado con unos emprendedores locales que han sabido apostar por una producción de vino de calidad, consiguiendo en estos últimos años que el vino de estas tierras sea internacionalmente reconocido por su calidad. Además a esto se le ha unido la conservación y recuperación de las masías tradicionales, así como los bosques de pinos de la parte occidental de la Serra Grossa, teniendo en la actualidad, como resultado de todo esto, un paisaje cultural de gran valor y originalidad.
La conferencia en la que participaron Jorge Hermosilla, Juan Piqueras, Pau Rausell y Rafael Carbona, resultó ser muy interesante, dando a conocer todos y cada uno de los valores y potencial que allí tienen. La mesa redonda con el título “La Toscana Valenciana: entre los valores culturales y los activos económicos”, la verdad se hizo corta para la mayoría de los asistentes.
Del Aula Magna ya pasamos al Claustro del Centro Cultural de la Nau, para ir degustando los vinos elaborados por las once bodegas asociadas que son: Antonio Arraez, Los Pinos, Celler del Roure, Daniel Belda, Vinos de la Viña, Zagromonte, Los Frailes, Clos de la Vall, Rafael Cambra, Heretat de Taverners y Bodegas Enguera, las cuales nos ofrecieron algunas de sus interesantes novedades, como lo fueron un tinto Monastrell de Casa los Frailes 1771, un Blanco Verdill, la nueva añada del Forcallá y por último el Tinto criado en tinaja de barro, Parotet. Para que estos ricos caldos no estuvieran solos, también tuvimos ocasión de degustar algunos productos típicos de la zona pero elaborados de manera artesanal, como lo fueron los del horno Llandete de Moixent y la carnicería Manolo de la Font de la Figuera.


Toda la velada estuvo amenizada por la Sociedad Musical La Constancia, de Moixent, interpretando bonitos pasodobles y marchas  cristianas.
Este colectivo de Terres dels Alforins se fundó en el año 2011 y desde entonces no han parado de dar a conocer con ilusión y entusiasmo diversos proyectos con los que reivindican el patrimonio vitivinícola de la zona, junto con su arquitectura tradicional y su etnología, por medio de su poblado Ibérico La Bastida de les Alcusses.
El año pasado por estas fechas, ya escuché al representante de este colectivo, en una jornada sobre emprendedores de esta Comunidad en la sala del Botánico, hablar sobre todo aquello que estaban llevando a cabo en estas Tierras: al ir viendo que su comarca iba perdiendo parte de la industria que tenía, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo y despoblación, es cuando deciden dedicarse a cuidar y salvar las diferentes variedades de cepas que tenían en la zona. Ello les lleva a ir buscando novedades que gusten al mercado actual, van restaurando antiguas bodegas y masías y siguen con sus yacimientos arqueológicos, por supuesto no olvidan su rica gastronomía, apareciendo buenos restaurantes y casas rurales donde poder comer y pernoctar, ofreciendo excursiones y rutas turísticas con catas en sus bodegas.
Cuando comenzaron a llamarles la Toscana Valenciana, este señor decía que ojalá se fuese pareciendo en algo, que había realizado numerosos viajes allí para ir aprendiendo y copiando todo lo bueno que en ella tienen, pero que todavía les faltaba mucho para poder llamarle con ese nombre, pero por lo que yo voy viendo, ya tienen un largo camino recorrido y de seguir en la línea que llevan, estoy seguro que lo conseguirán.
De las muchas conclusiones que voy sacando de todas estas jornadas y encuentros comarcales a los que asisto, creo la más importante a tener en cuenta es aquella en la que un pueblo, por mucho potencial que tenga en cuanto a oferta turística, como pueda ser su arquitectura, etnografía, gastronomía, agricultura etc, siempre necesitará de un complemento que pueda tener el pueblo vecino.
Por ello en nuestra comarca de la Serranía, debemos de ir copiando todo lo bueno de estos emprendedores, ponernos manos a la obra y pensar no en una competencia entre nuestros pueblos y productos, sino en un complemento de todos ellos. Por ejemplo, sus once bodegas ofertan sus diferentes vinos, pero son un conjunto, un equipo que defiende mejor sus intereses.
Nosotros seguro que disponemos de un potencial que todavía está por explotar, debemos de sacarle todo el partido que podamos, unirnos, juntarnos, de lo contrario nuestra comarca irá muriendo poco a poco, y creo a nadie le gusta que eso llegase a pasar. Por descontado, son tiempos duros los que nos está tocando pasar, pero personalmente estoy dispuesto a participar y colaborar en cualquier encuentro, foro, mesa redonda, en la que podamos exponer ideas y sentar las bases para crear un colectivo como lo tienen en aquella comarca de Las Tierras dels Alforins.

                                                                                                       Serafín  Martínez
                                                                                                                A.C.L.A.  

Article 0

$
0
0
MIRA QUE EL FIN DE SEMANA DE LA INMACULADA OS LO DECÍAMOS: 
"QUE SEGURO QUE VA A TOCAR, QUE SEGURO QUE TOCA..."
 Y AHÍ LO TENÉIS, POR CADA EURO OS DEVOLVEMOS 5
¡¡FELICES FIESTAS!!

"


¡DESDE ACLA OS DESEAMOS FELICES FIESTAS!

$
0
0

LA NAVIDAD

El tiempo de la Navidad
es para unos una gran mentira,
un tiempo de consumir y regalar,
pues para mi es una necesidad.

Pasan tantas cosas en el año,
 guerras, odios, mentiras,
desahucios e injusticias,
que por eso necesitamos
invocar a las cosas buenas,
al amor, al cariño y la felicidad.

Sabemos que es una utopía
pero no nos la pueden robar,
pues si perdemos la ilusión
qué nos quedará.

Navidad
tiempo para el amor y la paz
para recordar los que se fueron,
y disfrutar con los que están.


                                                                                 
                                                                                               Enrique Latorre




Viewing all 383 articles
Browse latest View live